jueves, 27 de enero de 2022

Frizzante y frivolidades

Éramos cuatro muy buenas amigas. Durante los dos últimos años de la ESO fuimos inseparables. Sin embargo, el bachillerato debía comenzar y debíamos abandonar el lugar donde habíamos pasado todos nuestros años estudiantiles hasta ese momento. Tres de nosotras nos cambiamos a otro centro y la cuarta fue a otro instituto diferente. Probablemente ese fue el comienzo del fin.

En el nuevo centro todo era muy diferente: allí acudían los hijos de familias del centro de la ciudad. No era ese cole/insti de barrio al que estaba acostumbrada, formado por niñ@s de familias más humildes. Tenía fama de selecto, de sitio para niñ@s de alto standing (solo en apariencia). El caso es que no encajé. Fue la primera vez que sentí de verdad que no pertenecía a un lugar, que no encajaba con esos compañeros. Miradas juzgadoras, comentarios mordaces, burlas por la espalda... Vamos, lo típico.

Resumiendo: la amistad con las otras dos amigas que me acompañaron a ese nuevo instituto se rompió. Ellas cuadraron mucho mejor que yo con las chicas de clase, aunque en su momento nunca terminé de entender por qué. Con el tiempo, me di cuenta de que ellas sí tenían ese anhelo de alto standing que empapaba las actitudes de la mayoría de compañer@s y sus progenitores. Ellas eligieron a un nuevo grupo de amigas con las que de verdad intenté llevarme bien con el objetivo de seguir manteniendo su amistad, tratando de adaptar mi personalidad a la de las otras, pero sin mucho éxito.

Los años pasaron, comenzamos la Universidad fuera de nuestra ciudad y no volví a saber mucho más de mis dos amigas, salvo alguna cena de antiguos alumnos de nuestro cole de barrio. Cuando acabamos sendas carreras, las tres volvimos a nuestra ciudad natal. Y, de alguna manera, volvimos a retomar la amistad. Es extraño cómo después de acabar la Universidad y volver a casa de tus padres, sientes esa sensación de que nada ha cambiado, mientras que los años en los que has estado fuera tenías la certeza de que todo era diferente, y de repente la velocidad se para en seco. Pues así estábamos las tres... Y también las demás. Las demás amigas de mis amigas que habían vuelto a la ciudad después de acabar los estudios. Sin pretenderlo, me vi envuelta de nuevo en las dinámicas tóxicas y absurdas de nuestros años de instituto. Sin embargo, yo sí que había cambiado.

Tomaba todo ello con cierta distancia. Los comentarios absurdos de las otras chicas, su vestuario, su actitud altiva... Lo encontraba ciertamente cómico. Disfrutaba frívolamente de sus historias mientras degustábamos una copa de vino frizzante en los bares de tapas más selectos de la ciudad. Analizaba su ropa (la última prenda de moda de Zara), su olor a perfume dulzón, sus maquillajes con una base densa y mal elegida... Allí estaban esas chicas con las que años atrás tantas veces me había comparado mientras me preguntaba... ¿qué tengo yo para no poder estar a su altura? Estar de nuevo en su presencia tras todos esos años era como un experimento en el que me colaba en sus vidas y las observaba de cerca, como si me metiera dentro de su casa sin permiso. Más tarde, mis amigas me contarían que esas chicas que querían aparentar ser divinas, no se soportaban entre ellas, y que normalmente aprovechaban a criticar entre todas a la que no estuviera delante ese día. Un espectáculo digno de ver (o no).

Esa etapa duró poco, pues volvieron a darse situaciones desagradables que provocaron un nuevo distanciamiento entre esas dos amigas y yo. No quería volver a esos años tormentosos de dudas, planteándome por qué ellas elegían su compañía y a mí me seguían dejando plantada una y otra vez. Y todo volvió a ser como antes. Cada una por su lado. Es curioso cómo con el tiempo vamos tomando decisiones que vuelven a poner las cosas en su lugar original, donde (probablemente) mejor están. Las amistades se eligen, y las frivolidades no pueden aguantarse durante demasiado tiempo.

¡Nos vemos en el próximo té!

4 comentarios:

  1. Mis hijas terminaron la ESO y el bachillerato en un colegio público y gracias a eso han conseguido amistades verdaderas.

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    1. Sea como sea el colegio o el instituto, siempre puedes encontrarte con este tipo de perfiles, y puedes sentir igualmente el desengaño tras una amistad que no se desarrolla de la manera que tú esperas cuando eres adolescente. Hay amistades que no llegan a superar esa barrera, o que no terminan de tomar un cariz adulto y responsable. En mi caso, sí que ha hay buenas amistades de la infancia que se han mantenido hasta el día de hoy, y otras que he encontrado más tarde. Muchas gracias por leer y comentar!!

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  2. Yo creo que no es que cambiemos nosotros, sino nuestras prioridades.

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    1. Estoy de acuerdo, cambian nuestras prioridades, aunque pienso que cambiar las prioridades es cambiar, a fin de cuentas. Muchas gracias por leer y comentar!!

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