jueves, 16 de abril de 2020

Casualidades

Soy una mística de barrio y suelo pensar que las casualidades no existen, o que todo "pasa por algo". Desde hace varios días algunos ecos del pasado no dejan de pasarse por mi mente. La Primavera, los días lluviosos (aún se me cuela tu nombre, cuando el cielo está gris, que diría Rubén Pozo), y en general, recuerdos que salen a flote en épocas concretas del año. A todos nos ha pasado.

El caso es que él tiene un canal de YouTube dedicado a la poesía. Lo descubrí en su momento, hace tres años, y me impactó que a una persona tan joven (por aquella teníamos 23 ó 24) le gustara y le interesara tanto la poesía, ya que tenía muchos vídeos y la mayoría de bastante antigüedad. Y yo que pensaba que eso de la poesía solo era para viejos... Estúpida de mí.

Él, sin ser consciente, sin saberlo y sin pretenderlo, me introdujo en el mundo de la poesía de una manera más seria. Había tenido algunos tonteos previos con ella, pero nada afianzado. Sin embargo, a raíz de descubrir su canal, comencé a sacar libros de poesía de la Biblioteca, a leer poesía contemporánea y antigua, a comprar libros y antologías... A entenderlo todo, a sentirlo y a comprender todo lo que escondía la magia de las palabras. Nunca le dije que había encontrado su canal, me pareció tan personal que me imaginé que no le gustaría que yo estuviera por allí indagando (quizá me equivocara).

Música y poesía siempre han estado de la mano, y siempre he sido una gran fan del maestro Sabina. Algunas veces lo llegué a comentar con él, y creo recordar que no era precisamente "santo de su devoción". El caso es que Sabina, además de músico y compositor, primero es poeta, y escribe y escribía poemas que, a veces (no siempre) se acababan convirtiendo en canciones. Un día de aquel entonces, descubrí un soneto que, posteriormente y tras alguna modificación, se había convertido en una canción que yo ya conocía, titulada "Agua pasada", del disco Vinagre y Rosas. Y así lo compartí en este mismo blog, a finales de 2016, en una entrada titulada Puntos suspensivos

Ha de saber quien lea estas líneas que, por motivos obvios, nunca le hablé de la existencia de este cuaderno de bitácora en el que comparto mis pensamientos más íntimos. Por lo cual, me sentí aún más sorprendida cuando, hace apenas un mes, me dio por volver a visitar su canal de YouTube sobre poemas, sermones y jaculatorias, y vi que su último vídeo era precisamente ese mismo soneto de Sabina, recitado de su voz y garganta. Me pareció curioso, reconocí al instante el poema pero no recordé en ese momento que yo misma lo había compartido por aquí... Hasta hoy.

Una vieja entrada del blog me llevó hoy al archivo de "Diciembre 2016", y ahí estaban aquellos puntos supensivos. Entonces es cuando he pensado... ¿Casualidad? No sé si es casualidad que desde hace un tiempo en mi mente su recuerdo vuelva a estar vívido, que haya incluso escrito una entrada reciente sobre ello, y que él escogiera precisamente ese soneto que compartí por aquí en su día para recitarlo en su canal a principios de este año.

En fin, cuantas más vueltas, más complejo se vuelve todo. Disfrutad de la poesía, que siempre nos ayuda a vivir para contarlo (como diría Benjamín Prado).

¡Nos vemos en el próximo té!


lunes, 13 de abril de 2020

Pasa marzo

Pasa marzo y pasan muchas cosas. Y yo sin pasarme por aquí. Si la rutina habitual hubiera continuado como hasta ahora, incluso habría tenido más tiempo material y mental para escribir unas palabras.

Pasa marzo y pasa la Semana Santa, y pasa la cuota de autónomos, y pasan las oportunidades de unas cuantas cosas... Pasa todo de manera tan extraña que a veces siento que vivo en uno de mis sueños recurrentes. Dos cuervos solitarios en el puente, asomándose al río, gatos merodeando a sus anchas por la urbe, avenidas con apenas dos o tres coches, y las calles desiertas, vacías, silenciosas en un Martes Santo en las que debieran haber estado abarrotadas, y yo vestida con estameña blanca y morada... Pero no fue así: todo pasó de manera silenciosa, en la calidez de los hogares, con alguna que otra estupidez humana asomando a ciertos balcones. Aunque si cierro la ventana, pasa sin pena ni gloria. Así de frugal es todo, incluida nuestra estupidez.

El silencio era tan ensordecedor que daba vértigo. Así pasaba todo entre los edificios altos, algún balcón abierto que dejaba entrever el pulso vital de alguna intimidad, las antiguas paredes de piedra a las que el sol arrancaba colores que invitaban al jolgorio... y el viento como único testigo. Si acaso algún pájaro y algún gato. Y a lo lejos, alguien que pasea a un perro. 


Y eso fue todo. La ciudad estaba preparada y deseosa de acoger emociones, historias para recordar, devoción y pecado a partes iguales, la altivez de algunos y la humildad de otros... Y se quedó con las ganas. Esa tarde de Martes Santo me lo soltó de golpe, me lo gritó silenciosamente y me di cuenta de que una ciudad no es solo lo que se hace de ella: le imprimimos nuestros hábitos de tal manera que ella también "es", y no deja de ser aunque no salgamos a verla. Sigue siendo y espera pacientemente a que volvamos a vivir y contar nuestras historias.

¡Nos vemos en el próximo té!