viernes, 30 de diciembre de 2016

De quién depende tu felicidad

Qué difícil es aplicar la teoría, sobre todo si se trata de sentimientos... Hace poco hablaba sobre cómo debemos empezar por querernos a nosotros mismos para poder empezar una relación con alguien. Me lo he estado repitiendo a mí misma como una terapia y supongo que he conseguido algunas cosas interesantes, pero no lo he aplicado al 100%. Y es que es muy difícil atenerse a ciertas premisas cuando los sentimientos están ahí, porque al final te dejas llevar por ellos. 

Lo verdaderamente peligroso de presentarse así de vulnerable ante una persona es que dejas que tu felicidad dependa de ella: de lo que haga, de lo que diga, de lo que sea que te haga sentir bien. Y ahí es cuando estás jodido, porque todo es tremendamente subjetivo y lo que a ti te puede parecer una palabra borde por parte de la otra persona, en realidad no lo es; y al revés, puedes ver intenciones hacia ti que en realidad no están ahí. Resumiendo: te montas la película y te dejas afectar por ella, y cuando las cosas no salen como tú quieres, la decepción es mayúscula y es cuando empiezas a sentirte ridículo.


Esta es una realidad que intuía, pero fue ayer cuando fui perfectamente consciente de ella. Estuve hablando con el chico que me gusta y me di cuenta de que mis expectativas y mis intereses no son los mismos que los suyos (como es lógico); yo pensaba que a él le apetecería verme, y que buscaría cualquier excusa para hacerlo (como hago yo), pero no fue así. Y mi primera reacción fue enfadarme con él. Y después me enfadé conmigo y me pregunté por qué permito que ocurran estas cosas en mi cabeza. Tardé unas dos horas en dormir pensando en todo esto y en por qué me salen las cosas tan mal. Pero la realidad es que no me salen mal, es solo que observo la realidad con un filtro que no es el que me corresponde, dejando que sean circunstancias externas (el chico, en este caso) las que condicionan mi forma de ver las cosas.

Con esta reflexión no quiero decir que no podamos esperar nada de los demás, o que no podamos hacer felices a los demás, pero eso es algo que tiene que venir a mayores de la aceptación de la realidad. Debemos ser personas suficientemente fuertes para no dejarnos vencer por una brisilla de verano que sople en contra nuestra, haciéndonos cargo de nuestras propias fortalezas y debilidades, aceptarlas y a partir de ahí construir algo en lo que siempre podamos encontrar un apoyo para nosotros mismos, y que también pueda servir de apoyo para los demás. 

Creo que tengo herramientas más que suficientes para, primero, darme cuenta de que soy una persona totalmente capaz de hacerme cargo de mi propia felicidad, y segundo para ponerlo en práctica y dejar de depender en cosas externas para sentirme bien, motivada o... feliz. Puede que entonces venga a mí todo lo que necesito, todas las respuestas de estoy buscando.

¡Nos vemos en el próximo té!

jueves, 29 de diciembre de 2016

La necesidad de la respuesta inmediata

Esos días en los que necesitas una respuesta inmediata...

Los hemos vivido todos, por la razón que sea. El sentimiento de angustia te alcanza aunque lo hayas estado evitando durante días, porque todo llega. Al fin y al cabo, no podemos escondernos de nosotros mismos. 
El caso es que empiezas a pensar que si no das ya una respuesta a ese problema, o si no encuentras una solución rápida, todo va a ser mucho más complicado y quizá no puedas resolver tu situación, o al menos no como te gustaría.
Pero esto que te ocurre es una traición de tu subconsciente; nada es o blanco o negro. Es nuestra ansiedad la que nos lleva a este abismo y lo peor es que este paso es necesario para llegar al siguiente: para darse cuenta de que la vida sigue. Y a partir de ahí podemos encontrar todas las respuestas.
¡Nos vemos en el próximo té!

martes, 27 de diciembre de 2016

El sexo como un acto egoísta

¿Cuando practicamos sexo solo pensamos en nuestro propio placer?

Hace unos días me pasó esta idea por la cabeza, como cuando pasa una estrella fugaz por el firmamento: de una manera repentina y espontánea, que ilumina mi mente durante unos segundos, pero cuyo recuerdo guardo pese a la brevedad del destello. Así es el pensamiento, supongo. 

Esa idea fue la manifestación exacta de algo que hace tiempo ronda mi cabeza, y es que hoy en día entendemos el sexo como un acto egoísta. No se nos enseña otra cosa a través de los medios de comunicación (publicidad, cine, televisión, revistas, etc), o al menos, lo que más sobresale es una sexualidad entendida como recibir placer. 

Busqué un poco al respecto, ya que contaba con pocas herramientas para desarrollar el tema, y encontré muchos artículos de internet: una mujer que hablaba de cómo se centraba demasiado en dar placer a su pareja y se olvidaba de sus verdaderas necesidades; otro artículo en el que se decía que estaba científicamente comprobado que tener un egoísmo sano en el sexo es fundamental para que las relaciones sexuales sean placenteras; otro que apelaba a un egoísmo inteligente o egoísmo entendido como no centrarse en la otra persona y olvidarse de uno mismo; y un último que ponía en duda la generosidad en el sexo como algo eficiente, para finalmente defender la teoría de que se debe ser un poco más egoísta... Me dije a mí misma: "Entonces no está mal pensar egoístamente al practicar sexo, ¿no?"

Error. Creo que el sexo se viene malinterpretando desde hace siglos: lo entendemos como algo físico, y aunque siempre se nos dice que es mucho mejor si va acompañado de amor, el enfoque es el mismo, porque no consideramos el acto sexual como una totalidad, sino como algo físico + algo añadido (ej. sexo + amor). Por eso se nos hace tan difícil encontrar el punto intermedio entre el dar y el recibir, entre "me concentro en que se lo pase bien" y "mi objetivo es recibir placer". En el sexo, las personas participantes deben estar en sintonía, y es en ese equilibrio donde podemos prescindir de pensar en la reciprocidad, porque ya no será necesaria, ni tendrá lugar. Aquí es donde entra un tema muy amplio y que estoy empezando a descubrir, que es el sexo entendido como algo espiritual. 

La religión cristiana, pese a haber condenado ciertas prácticas y orientaciones, y a no aprobar las relaciones sexuales que no hayan sido santificadas por el sacramento del matrimonio, dice algo que me parece muy interesante:
  • "La unión sexual decimos que es un misterio, porque no hay explicación lógica que pueda dar cuenta de su poderosa y penentrante influencia en la pareja. Si bien es un acto físico, involucra mucho más que sensaciones físicas. Produce una vinculación tan profunda entre los seres humanos [...] que no hay otro acto humano que acentúe de tal manera la identidad personal y la conciencia de sí mismo a un nivel tan elemental"
  • "No se concibe el acto sexual como un acto animal tendiente a satisfacer lo instintivo, sino como una de las más acabadas expresiones de relación entre dos seres. Esto presupone un profundo amor y respeto, como así también la aceptación del otro como una totalidad"

También en la tradición espiritual del tantra se habla de una conexión espiritual, pero debido a nuestro deseo de occidentalizarlo todo, asumimos que es algo así como "una técnica para aguantar horas y horas practicando sexo y tener orgasmos más intensos y numerosos". Toma ya. De nuevo, la reducción a lo físico (aunque haya amor de por medio). El tantra se fundamenta en cuatro fases o llaves: aceptarse a uno mismo y a los demás tal como son, estar presente en el momento con los cinco sentidos, expresar lo que sientes y piensas y por último, movimiento armónico y fluido, que sería como alcanzar el equilibrio al acompasar nuestra energía y ritmos con los de la otra persona. Es decir, esa sintonía.

Creo que debemos de dejar de entender el sexo como algo mecánico y dejar de pensar en el deseo sexual como ese instinto animal, ya que todo ello solo nos lleva a entenderlo como algo meramente físico y poco espiritual, permitiendo que se manifieste el desequilibrio que tantos quebraderos de cabeza nos da. No creo que sea necesario que haya amor en el sexo, pero sí esa sintonía que se consigue, como todo, con el tiempo y la práctica. 

¡Nos vemos en el próximo té!

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Navidad y perspectiva



Desde pequeña, siempre me ha entusiasmado la Navidad y todo lo que trae consigo: los adornos, la calidez del hogar, la familia, jugar a juegos de mesa mientras fuera hace un frío que pela, escuchar y cantar villancicos, el olor a canela y clavo, esa magia que te mueve a intentar cosas que en otros momentos del año no hubieras considerado... sin contar el significado religioso que tiene, que para cada uno podrá tomar mayor o menor profundidad. Siempre espero estas fechas con mucha ilusión mientras preparo la casa, monto la corona de Adviento y hago tarjetas navideñas con cartulinas de colores mientras canturreo el disco de Navidad de Bing Crosby o de Frank Sinatra que está sonando en algún lugar de la casa.


Pero esas cosas son frugales (pese a que ayuden a meterse en harina), por lo que cada año que pasa intento darle un significado un poco más profundo a la Navidad y lo que representa. Para mí, es la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo, de acabar con lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo, de empezar de cero y darnos a nosotros mismos la oportunidad de hacer las cosas un poco mejor, y también dar nuevas oportunidades a los demás para que hagan lo propio. El ciclo estacional nos ofrece, con el comienzo del invierno, la ocasión para el recogimiento y la reflexión, tal como hace la Naturaleza palpitante bajo la escarcha, sin olvidarse de que hay esperanza en cada momento de oscuridad, como ocurre con el solsticio de invierno y la llegada de la luz. Es el momento de la reflexión, de sintetizar, de renovarse a sí mismo y de perdonar a los demás, de relativizar lo vivido para enfrentarse a lo que va a venir con energías renovadas. 


Reconozco que son épocas muy complicadas, sobre todo a medida que vas cumpliendo años. El hastío de encontrarte con ciertos familiares se apodera de ti y te preguntas "¿qué he hecho yo para merecer esto?", y te prometes a ti mismo que para el año que viene estarás en las Maldivas disfrutando las navidades lejos de todos los parientes cansinos... eso si te toca la lotería el día 22. O bien notas que van faltando personas importantes, y su recuerdo es mucho más fuerte que todo lo que te pueda aportar el presente, sobre todo cuando os sentáis alrededor de la mesa y recuerdas las navidades con aquella/s persona/s que ya no están. 

La Navidad es un arma de doble filo, y yo me doy cuenta de ello cuando escribir postales a familiares y amigos es cada vez un poco más difícil: parece que no tienes nada nuevo que aportar y no quieres caer en el típico "que paséis buenas fiestas y tengáis un próspero año", porque sabes que eso no le va a servir de nada a nadie, sobre todo cuando la vida os ha ido poniendo a prueba a través de pérdidas de seres queridos y otros tragos amargos. 

Debemos recordarnos a nosotros mismos por qué hacemos lo que hacemos, ya que sino estamos en pleno riesgo de ver la Navidad como un sinsentido y un paripé. Concedámonos una tregua para poder sumergirnos poco a poco en el ambiente que se respira y acabar encontrando esta oportunidad que la estación nos brinda: la entrada de la luz, de la esperanza, de la fe y del perdón.

¡Nos vemos en el próximo té!

viernes, 16 de diciembre de 2016

Lo que Frank N' Furter me enseñó sobre el sexo

Ayer volví a realizar una incursión en el mundo de Tumblr y redescubrí los miles de gifs y fotografías que allí residen sobre la película The Rocky Horror Picture Show. Para quien no la haya visto o nunca haya oído hablar de ella, le recomiendo encarecidamente que vaya a verla ya!! Porque intentar explicaros lo que es, es muy muy difícil… incluso algunos necesitarán verla un par de veces para entender qué pasa en esa peli. Los que ya la han visto me entenderán.


Está bien… intentaré ser buena y os haré un breve resumen. Trata sobre una pareja de novios muy inocente, muy de los setenta, que se promete y decide darle la noticia a uno de sus profesores de la universidad (su mentor, o algo así… ya sabéis, americanadas), y deciden hacer ese viaje en coche nada menos que en una noche de truenos y lluvia intempestiva, con “tal suerte” de que se les pincha una rueda. Deciden bajar del coche y, empapados perdidos, llegan caminando a un gran castillo donde ven una luz y deciden llamar a la puerta para pedirle al dueño que le deje usar su teléfono. Bueno, pues aquí empieza el show, porque el dueño del castillo es nada menos que Fran’N’Furter, un alienígena travesti encarnado por el mismísimo Tim Curry, vestido y maquillado al más puro estilo glam. Dentro de ese castillo, a esta cándida pareja de novios les pasa todo tipo de cosas que cambiará sus vida (sexual) para siempre. Y todo esto teniendo en cuenta que es un musical. En fin, no os quiero destripar más la peli, así que… ¡¡id a verla!!


El caso es que después de ver algunas fotos estuve pensando un poco la peli. La primera vez que la vi fue hace unos cuatro años, más o menos, cuando estaba en la universidad. Fue en uno de estos momentos post-examen en los que no tienes ganas de nada y decidí verla porque la tenía pendiente desde hacía tiempo. Y bueno, la verdad es que me voló la cabeza. Esta película se hizo en los setenta, con un presupuesto mínimo, y pese a su llamativa estética, a la música, al morbazo de ver a Tim Curry con medias de rejilla cantando rocanroles, creo que la película ha trascendido hasta nuestros días fundamentalmente por su poderoso mensaje: Don’t dream it, be it, que sigue igualmente vigente en la actualidad. 


Y no se refiere únicamente a una reivindicación del derecho de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, etc., a ser lo que realmente sienten que son, va mucho más allá. Más allá de géneros, de orientaciones sexuales o de homofobia. Va de aceptarse y quererse a uno mismo, de mostrarse a los demás y disfrutar de su propia sexualidad, sea cual sea. Ese es el poderoso mensaje. Puede parecer algo muy trillado, pero sabed que en la actualidad hay millones de personas frustradas sexualmente por vergüenza, por prejuicios (incluso propios), por miedo al rechazo… por miedo a “mostrarse”, y no se trata necesariamente de personas que nunca hayan practicado sexo o personas frías y distantes… no; se trata de personas normales que sienten esa cohibición en torno al sexo impuesta por la sociedad en la que vivimos, y que tanto nos está costando eliminar. El sexo es un tabú y todo lo que tenga que ver con él es vergonzoso, pecaminoso, pervertido y un largo etcétera.


Ese mensaje trasciende y te dice “no tengas miedo, quiérete a ti mismo, disfruta de ti mismo, y solamente entonces podrás disfrutar con los demás”. De hecho, la noche en la que Brad y Janet (la pareja de novios) duermen en el castillo, Frank N`Furter se cuela en sus respectivas habitaciones y libera sexualmente a cada uno de ellos. Al menos es lo que esa escena representa para mí, una liberación, ¿no? Cada uno de ellos se entrega al placer con… bueno, con un travesti. Imaginaros para aquella época (y también para ahora) lo que eso suponía. Pues eso es una liberación. Más allá de géneros y de orientaciones sexuales. 

¿Habéis visto la peli? ¿Qué mensaje os llega a vosotros? ¿Qué sensaciones os produce?

¡Nos vemos en el próximo té!

jueves, 15 de diciembre de 2016

Hacerse la difícil

Como ya he dicho en algún post anterior, la conquista en el amor se me da fatal. Probablemente porque soy o todo o nada, o no me llamas la atención o me gustas muchísimo. Eso complica mucho las cosas, ya que en el momento en que el resorte de mi mente hace click y me doy cuenta de que esa persona me está empezando a gustar mucho, parece que dejo de ser yo misma y me convierto en un ser mucho más inseguro. Entonces, aquello con lo que en algún momento pude haber llamado la atención de la otra persona, se empieza a diluir en miradas esquivas, conversaciones muy poco elocuentes y en un lenguaje corporal que, por tan pensado, se ve artificial y ortopédico.


"¡Pero qué imbécil soy!", pienso cuando llego a casa. "Si al principio me comportaba como siempre, segura de mí misma, haciendo chistes y charlando animadamente con él". Y es que sí, señores, me convierto en la típica adolescente colada por el chico de clase. Qué horror. El resultado de todo esto es que se me empieza a notar quién me gusta a la legua. No lo puedo ocultar. Y acompañando a todo este cuadro sintomático (o tal vez sea más bien la causa), vienen las noches en vela y los días con la cabeza en otra parte pensando en él y en lo que hemos hablado, diseñando mi sigilosa estrategia para acercarme más a él, desesperándome si no obtengo los resultados que he imaginado.

Si al principio le llamé la atención de alguna manera, ahora mismo esa chispilla ha desaparecido (o al menos es la sensación que tengo). Pienso a veces que quizá sería más inteligente realizar un acto impulsivo, antes que tan premeditado, y decirle claramente "Hola, aquí estoy, me gustas", y ver qué pasa. Pero ahí reside mi problema: o me desespero pensando que el chico no me gusta, o le tengo que decir claramente las cosas. 

Resumiendo: no me dejo conquistar, o al menos no necesito mucho tiempo para que me conquisten, si la persona me gusta mucho. No depende tanto de él como de mí, por decirlo de una forma más entendible. Y diréis... ¿por qué tiene que ser él el que te conquiste, y no al revés? Es una buena pregunta. En general, pese a que quiera pensar que eso de es el chico el que tiene que conquistar a la chica pertenece a la Prehistoria o a los tiempos de Franco, me doy cuenta de que estamos anclados a ese concepto por algo más que por convicciones sociales. En el reino animal, siempre son los machos los que cortejan, y las hembras las que elijen. Y está claro que como yo he debido de perder esos instintos animales, no me dejo cortejar, y elijo antes. Vaya panorama. 

Entonces, cuando el chico ya me gusta, cuando ya es un hecho que me he pillado, hacerme la difícil es muy difícil, por aquello de que no tengo punto intermedio, y paso a ser muy accesible para la otra persona. Y el juego de la caza, de la conquista, se va a la mierda, corriendo el riesgo de que el chico pierda el gusanillo (y después, el interés).

¿Qué pensáis sobre este asunto? ¿Creéis que hacerse la difícil es algo pasado de moda o realmente funciona? ¿Es mejor o más efectivo decir claramente "me gustas" o dejar que antes haya un poco de juego?

¡Nos vemos en el próximo té!

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Estoy preparada para quemarme

Estoy preparada para lo que me pueda esperar. Para el murmullo dentro del pecho, para la sensación de vacío, para los sinsabores. Para los días de cal y los días de arena. 

Estoy preparada para lidiar con mi impaciencia de una vez por todas, para enfrentarme sin miedo a mi propia profundidad, para soportar el silencio sin alterarme. 

Estoy preparada para todos los retos que me quieras plantear, para todas las pruebas que creas oportunas. Para morir y renacer al día siguiente.

Estoy preparada para soportar el dolor y aprender de él, para resolver inquietudes que ni siquiera sé que tengo, para responder preguntas que aún no me he planteado. 

Estoy preparada para enfrentarme a mí misma a través de ti, aunque tenga que hacerlo sola.

Solamente después sabré que puedo contar conmigo para siempre. Y solo entonces, estaré preparada para quemarme y renacer de las cenizas... contigo.

martes, 13 de diciembre de 2016

Puntos suspensivos


Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas son sordina,
la adrenalina en camas separadas.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la galeras los archivos.

Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le siguen dos puntos suspensivos.

                                - Joaquín Sabina


domingo, 11 de diciembre de 2016

Los sentimientos y la debilidad

" 'Then you will find yourself esay prey for the Dark Lord!' said Snape savagely. 'Fools who wear their hearts proudly on their sleeves, who cannot control their emotions, who wallow in sad memories and allow themselves to be provoked so easily - weak people, in other words - they stand no chance against his powers!' "

Esto es lo que el Profesor Snape le dice a Harry Potter en su primera clase de Oclumancia. Releyendo los libros, me encontré el otro día con ese párrafo y me sorprendí mucho, ya que es un concepto al que llevo un tiempo dando vueltas. ¿Ser sensible es sinónimo de ser débil? ¿Mostrar nuestros sentimientos a los demás es sinónimo de ser débil?

Los sentimientos son algo poderoso. Son capaces de transformar nuestro modo de ver la vida, influyen (y en ocasiones, más bien dirigen) nuestras acciones... a través de ellos somos capaces de entender la vida como seres humanos. Un ser puramente lógico y objetivo, sin ningún tipo de emoción o sentimiento, no sería un ser humano como tal. Sería en todo caso una máquina, ¿no?

Entonces, ¿por qué a veces es vergonzoso y peligroso mostrar nuestros sentimientos? Pensad en acciones cotidianas de vuestra vida, cosas que os gustan o que os disgustan, acciones de otras personas, momentos concretos... ¿por qué a veces es tan difícil dar un abrazo, decirle a alguien que le quieres, llorar porque te sientes mal o expresar tu frustración o tu enfado con algo o alguien? 

Tengo la impresión de que la sociedad, tal y como la conocemos hoy en día ha soterrado ciertos aspectos naturales de la personalidad del ser  humano porque no se consideran oportunos o útiles. O quizá lo que ocurre es que no hemos aprendido a usar nuestros sentimientos de una manera constructiva. O ambas cosas. A veces dejamos que nuestros sentimientos nos arrasen por dentro sin darles oportunidad a salir, y otras veces expresamos demasiado nuestros sentimientos y nos exponemos a los demás. Un momento... ¿cómo que nos exponemos demasiado a los demás? ¿Pensamos eso porque hemos permitido a generaciones y generaciones de personas que utilicen y aprovechen los sentimientos de los demás en su propio beneficio? Al fin y al cabo, ¿cuál es el verdadero problema de exponerse a los demás? Es una forma sana de desahogarse, de dejarse ver y no fingir ser alguien que no se es... ¿por qué sincerarse con nuestros sentimientos nos convierte en débiles ante los demás?

Decidí buscar información al respecto en internet. Después de una búsqueda rápida, encontré un texto muy interesante: 'La debilidad no radica en la expresión de las emociones, sino en la incapacidad de controlar esas emociones negativas [...]. Lo que nos hace débiles es no controlar la envidia, los celos, el rencor, el odio, o el resentimiento. Eso nos hace más bárbaros y peligrosos. Para superar esa debilidad se requiere una permanente educación en la inteligencia emocional. Es clave dominar esos resortes y mecanismos elementales para verter tales sentimientos sin herir. Nos jugamos mucho en ello: la misma calidad de la vida social.'

No puedo estar más de acuerdo. Creo que no se nos enseña a gestionar las emociones y los sentimientos, y eso nos perjudica a todos. Quizá las anteriores generaciones llegaron a la conclusión de que es más fácil ocultar nuestros sentimientos que enfrentarnos a ellos, y hacerlo de una manera constructiva, y no destructiva. No somos seres estoicos impasibles ante las adversidades, alegrías y pasiones de la vida; si reprimimos nuestros sentimientos, estamos anulando una parte muy importante de nosotros... y los que contribuyen a castigar o juzgar a aquellos que no reprimen sus sentimientos están perjudicando a los demás, pero sobre todo a sí mismos.

Ni siquiera en las redes sociales somos 100% leales a lo que somos y sentimos, ya que emitimos aquello que queremos que los demás sepan. En la mayoría de los casos, no constituye un desahogo sincero, sino más bien una estrategia para ofrecer a los demás la visión que queremos que tengan de nosotros. Me da igual que sea a través de textos, de fotografías con filtros, de vídeos acompañados de miles de hagstags impronunciables que expresen felicidad absoluta... la estrategia suele ser la misma que en la vida real: la de esconderse, o peor aún, la de mostrar algo que no está pasando realmente. Nos atrincheramos virtualmente para... ¿protegernos? Es la misma historia de antes. El formato es diferente, pero nosotros no hemos cambiado.

Va siendo hora de que seamos un poco más valientes, no solo en cuestión de dejar ver cómo somos por dentro, sino también valientes para ver cómo son los demás, no asustarnos ni huir de alguien que está siendo lo suficientemente valiente para abrirse. Al fin y al cabo, una cosa no será posible sin la otra.

¿Será esto una utopía? ¿Es condición obligatoria del ser humano herir al vulnerable para ser más fuerte? ¿O es algo que hemos aprendido, o que hemos permitido?

¡Nos vemos en el próximo té!

viernes, 25 de noviembre de 2016

La amistad y el desencanto

¿No os ha pasado que habéis querido retomar una vieja amistad pero, desgraciadamente, ya no era como antes?


Cuando tenía unos catorce años tenía una pandilla de amigos bastante grande. Teniendo en cuenta que soy nula para relacionarme y siempre he tenido muy pocos amigos, imaginaos el subidón que supuso en mi vida verme rodeada de gente tan diferente, y además en tan buen ambiente. Pero claro, como todo lo bueno en la vida... aquello se acabó: que si alguien se empieza a llevar mal con alguien, que si porqué le has contado a fulanito no se qué, que si a fulanita le gusta menganito, pero a menganito le gusta otra... y ese tipo de mierdas. Cosas que ocurren entre los adolescentes, y que acaban estropeando muchas amistades. Pero siempre hay algún amigo/a que se salva, alguien con quien sabes que puedes contar, pase lo que pase. 

Mi mejor amiga y yo siempre estábamos juntas, nos contábamos todo tipo de confidencias, nos apoyábamos mucho la una a la otra... Íbamos juntas a clase, incluso cuando comenzamos bachillerato y nos tuvimos que cambiar de instituto. En el nuevo insti conocimos a otro grupete de chicas al que yo no caía muy bien porque les parecía un poco borde (soy una persona tímida, y antes era un poco seria cuando no estaba en un ambiente de confianza). Estas chicas eran definitivamente más fiesteras que yo, le daban mucho "más juego" que yo para ciertas cosas y empezó a darme la sensación de que mi amiga las prefería a ellas antes que a mi. Todo se fue estropeando poco a poco, me daba la sensación de que sobraba, además mi amiga no solía defenderme cuando las otras chicas me criticaban delante de ella... y al final decidí romper la amistad, porque me hacía sufrir mucho el hecho de que mi amiga no comprendiera cómo estaba sintiendo yo respecto a todo aquello. Al principio, no tener amigos fue una liberación, pero poco a poco empecé a añorar ciertas cosas y a sentirme terriblemente sola y prescindible. 

Desde entonces, me he sentido 100% responsable de lo que pasó, juzgándome severamente y culpándome por no haber sabido manejar la situación y no haber intentado mantener la amistad con ella. Fue un chasco tan grande en mi vida que me afectó para siempre, caí en una especie de "estado depresivo": no quería salir de casa (coincidió con mis años de universidad, y recuerdo que no quería ir más que de casa a la facultad, y de la facultad a casa) y me centré por completo en mis estudios. 

Durante los años siguientes, no supe mucho de ella. Intenté retomar la amistad dos o tres años más tarde, pero todo era muy diferente y complicado, y lo sigue siendo.

Y todo este rollo, diréis, ¿para qué nos lo cuentas? 


Pues porque para mi, sigue siendo muy difícil encontrar ese amigo que está a las buenas y a las malas, que está cuando de verdad lo necesitas, que te intenta comprender aunque piense de manera diferente a ti, que no actúe de manera interesada y que sea sincero pero a la vez empático. Bueno, sí... quizá sean demasiadas cosas en una misma persona, y está claro que todos tenemos momentos buenos y momentos malos, pero seguro que estáis de acuerdo conmigo en una cosa: con los años, el desencanto en  la amistad nos ha llevado a todos a esperar poco o nada de nuestros amigos, incluso a etiquetar a las personas como "amigos para salir de fiesta" o "amigos para tomar unas cañas". Nos resignamos a la evidencia de que no hay personas completas, y de que no podremos encontrar nunca a un verdadero amigo. En definitiva, etiquetamos para no sufrir. 

¿Forma esto parte del proceso de aprendizaje en la vida? ¿O simplemente es una alienación de la sociedad? ¿O por el contrario, somos los alienados aquellos que seguimos esperando a un verdadero amigo? ¿Creéis que la ficción literaria y el cine nos han hecho creer en ideales en torno a la amistad que en realidad no existen? 


¡Nos vemos en el próximo té!

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Las tonterías de Facebook... a veces ayudan

No soy de compartir tonterías en mi muro de Facebook, como fotografías con mensajes transcendentales y esas cosas; de hecho, cuando las veo en mi muro de inicio me pongo bastante nerviosa porque pienso ¿pero en serio la gente se cree estas chorradas? Soy muy radical, sí. Sin embargo, siempre suelo leerlas e intentar buscarles sentido… si es que lo tienen.

Pero ayer leí una de esas frases y me marcó profundamente. Me llegó en un momento crucial, fue algo bastante oportuno. La frase venía a decir que muchas veces solemos comenzar relaciones de pareja cuando aún no nos hemos conocido a nosotros mismos, y buscamos nuestra “media naranja”, es decir, a alguien que complete nuestras carencias, y el problema es que esas relaciones nunca llegan a ser verdaderas relaciones. De manera que proponía seguir una serie de pasos antes de comenzar cualquier relación con otra persona:
  • Conócete
  • Acéptate
  • Quiérete
  • Muéstrate
Recuerdo que una conocida mía me comentó que su primer novio la dejó a los pocos meses de haber empezado. El chico no estaba en su mejor momento, por lo que había decidido ir al psicólogo, y éste le recomendó que, para saber qué iba mal, comenzara a prescindir de ciertas cosas en su vida, de manera que rompió con esta chica. En su momento me pareció muy cruel que un psicólogo/a incentivara a una persona a dejar a su pareja, aun cuando no fuera el verdadero problema, pero ahora sí que lo entiendo. Y lo entiendo por eso que os acabo de comentar.
  • Conócete. Sinceramente, no me conozco del todo. Creo que es muy difícil conocerse al 100%, sino imposible. Pero, bajo mi punto de vista, este punto no trata de conocerse totalmente, sino más bien de intentar dejar de desconocerse. Vale, me voy a explicar.  Dejar de ocultarse a uno mismo lo que uno es. Se trata de ser valiente, de dejar de fingir ser alguien que no somos porque nos da miedo que los demás vean cómo somos verdaderamente, o todavía más peligroso, porque nos da miedo encontrar algo en nosotros que no nos gusta. Debemos permitirnos conocernos a nosotros mismos, con lo bueno y lo malo, nuestras luces y nuestras sombras.
  • Acéptate. Es el siguiente paso. Sé consciente de quién eres y acéptate, no te castigues, no te escondas.
  •  Quiérete. Muy unido al anterior, sin duda. Se trata de sentirse a gusto siendo quienes somos. Hemos vencido el miedo al rechazo propio y ajeno, nos hemos aceptado y ahora sabemos cómo somos. Pero claro, no solo vale con aceptarse, sino que hay que quererse, valorar lo que somos. Muy relacionado con la famosa frase de “primero hay que quererse a uno mismo para que los demás nos puedan querer”.
  • Muéstrate. Esto ya tiene que ver con el exterior. Ya estamos en paz con nosotros mismos y ahora no debemos tener miedo a mostrarnos tal como somos a los demás. Si no me equivoco, lo que se reflejaría es una persona segura de sí misma. Esta persona se conoce, se ha aceptado, es consciente de sus limitaciones y vive en paz consigo misma. Ahora solo le queda hacer conocer al mundo el esfuerzo de su trabajo personal interior. Si lo anterior se ha hecho correctamente, este debería ser el paso más fácil, ¿no?
Me parece una idea muy muy poderosa, y de muchísima ayuda. Debemos ser capaces de vivir a gusto y en paz con nosotros mismos, dejar de castigarnos y empezar a valorarnos. Creo que es un concepto que va más allá de la autoestima... ¿Conocíais esta idea? ¿Os parece especialmente reveladora? ¿Qué otras conclusiones extraéis vosotr@s?

¡Nos vemos en el próximo té!


lunes, 21 de noviembre de 2016

Por qué comenzar a escribir

Siempre he sido nula para el amor. O más bien el amor entendido como el juego amoroso, o la conquista. Soy más del me gustas - te gusto - fin del problema. Suelo ser perseverante, pero en cuanto a temas que involucren sentimientos fuertes, la perseverancia se diluye y la impaciencia da lugar a la frustración, la frustración da paso a la desesperación, y la desesperación da paso a... hacer cosas poco inteligentes. 


Siempre me ha costado mucho relacionarme con los demás, supongo que por mi miedo patológico al rechazo y a mi inseguridad social, o sea, mi miedo a enfrentarme a lo que los demás puedan pensar de mi. Estas carencias que me acompañan desde mi adolescencia me han llevado a un punto un poco insostenible: aquel en el que te das cuenta de que no te conoces el 100%, que has empezado a vivir una vida que no te convence... el momento en que te replanteas muchas cosas. Me di cuenta cuando, después de estar casi ocho años saliendo con mi novio, él comenzó a plantearme ciertas cosas de cara al futuro (piso juntos, trabajo, niños y todo aquello que pertenece a lo que a mí me sigue pareciendo el mundo de los adultos), y sinceramente, me acojoné. Es cierto, me entró miedo y me angustiaba muchísimo, hasta el punto de no poder dormir algunas noches, en vela hasta las dos o las tres de la mañana. Además, comencé a agobiarme con el hecho de cumplir años y de hacerme mayor, de verme arruguillas y canas, y entré en lo que suelen definir como una crisis.

Lo pasé mal, desempolvé recuerdos dolorosos, intenté retomar viejas amistades, me pregunté qué me había llevado a esa situación y me pregunté si las decisiones que había tomado en mi vida habían sido las adecuadas. Y en medio de todo esto, conocí a otro chico y las cosas se volvieron más complicadas... todavía. Cuando le conocí tuve esa sensación rara cuando te encuentras con una persona que sabes que va a afectar tu vida, de una manera o de otra. Pensé que se me pasaría, pero no fue así. 

La situación dentro de mi cabeza se volvió insostenible. Cada vez pensaba más en el otro chico y había muy poco espacio en mi cabeza para mi novio, lo que me hacía sentir culpable, mala persona, deshonesta, desconsiderada, egoísta... y un largo etcétera. Noches sin dormir, pensando qué hacer, llorando, sintiéndome desgraciada... Decidí actuar, porque no estaba dispuesta a seguir engañándome a mí misma y "engañando" también a mi novio. Le conté lo que me pasaba... creo que es el día que más he llorado de toda mi vida, aunque su reacción no fue dramática, pero hacer oficial todo lo que estaba pasando dentro de mi cabeza hizo sentir todavía peor. 

Y después de eso, viene el sentirse la peor persona del mundo, la culpa que se encarga de quitarte las ganas de comer (y de paso también las de dormir). Llega el agobio de la respuesta inmediata, la urgencia de encontrar el camino adecuado, la angustia que te ata a la oscuridad y te invita a quedarte en casa... Pero de repente algo cambia. No sé muy bien qué lleva a ese momento de lucidez, a esa epifanía. Dejas de ver todo en blanco y negro, y empiezas a ver (un poco) en color. Y me di cuenta de que si quiero encontrar una respuesta acertada, debo empezar por perdonarme a mí misma


Nos vemos en el próximo té! ;)

¡Bienvenidos! Es la hora del té

Ya sé que escribir un blog está pasado de moda, tuvo su momento, pero siempre he encontrado cierto romanticismo en ello. La palabra escrita nunca ha sido mi fuerte ni estoy especialmente versada en literatura o técnicas literarias... o sea que estáis advertidos ;)

Quiero empezar este blog con el simple propósito de aclararme las ideas, y de quizá, ayudar o simplemente entretener a algún alma cándida que haya caído casualmente por aquí. Dejaré salir sin ningún tipo de freno o reparo todos los pensamientos y sentimientos que estén hirviendo por dentro y necesiten salir. Como si el hipotético lector y yo nos tomáramos un té juntos, (o lo que queráis, yo invito), a la luz de las velas, en un lugar discreto y con encanto, mientras le relato mis pesares, alegrías, anhelos, frustraciones y aspiraciones. 


Solo me queda decir: ¡Bienvenidos!