martes, 12 de junio de 2018

Facesitting: dominación femenina y psique humana

Hace mucho que no trato el tema del sexo pese a que me encanta hablar de ello, y no precisamente por el morbo; es un aspecto que es tan extenso, tan ligado a nuestra forma de ser, que expresa nuestra fragilidad y nuestra fuerza al mismo tiempo, que creo que su análisis no puede quedarse en el mero aspecto "mecánico". Ya me entendéis.

Concretamente, la dominación sexual siempre me ha llamado la atención. No consiste únicamente en sacar una fusta y vestirse de cuero (eso puede servir para entrar en situación), sino que es un juego que empieza en la mente y se desarrolla dentro (y fuera) de ella. Primero hay que crear un paradigma previo: hacer saber a la persona que va a ser dominada, establecer una serie de reglas y condiciones, estimular el deseo sexual, el misterio, la fantasía, etc. No me quiero enrollar en explicar qué es o qué no es la dominación sexual, sino profundizar en un apartado en concreto: el facesitting.

El facesitting o trono de la reina es una práctica sexual en la cual la mujer se sienta sobre la cara de su pareja y usa su boca, nariz y lengua como sustituto a la penetración hasta que la mujer llega al orgasmo... o hasta que ella quiera, vaya. Esto, al menos, es la definición más formal. La idea es que el hombre se sitúe en una posición sumisa, generalmente tumbado, boca arriba y dispuesto a que su señora se frote bien contra su cara. Ella puede sujetarle los brazos son cus piernas, o incluso ponerle unas esposas, de manera que él quede inmovilizado y sin posibilidad de acceder a su propio sexo, o bien puede abandonarse a la situación de dar placer dejando sus brazos extendidos a ambos lados del cuerpo. La práctica puede tener multitud de grados de intensidad, desde las modalidades más light hasta otras más agresivas, en la que el hombre puede estar atado, sometido a humillaciones, apenas pudiendo respirar y en la que la mujer puede acabar orinando encima de él después de haber alcanzado el orgasmo.


Hay unas cuantas pinceladas históricas que me parecen apasionantes que podéis leer en este enlace, como que en el medievo muchas damas utilizaban el servicio de ciertos pajes en forma de facesitting, manteniéndose técnicamente fieles a sus maridos ausentes al no existir penetración, o que en las cortes chinas existían esclavos masculinos bien entrenados y de lengua larga de los que hacían uso las mujeres de la corte de una manera habitual. También se fabricaban (y se siguen fabricando) asientos que facilitan la realización de este acto, de manera que la mujer puede sentarse sobre la cara de su sometido durante horas sin fatigarse las piernas.

Las ventajas del facesitting con respecto al sexo oral convencional son que la mujer puede controlar mucho mejor sus movimientos, la intensidad, de qué manera y qué zonas quiere que su pareja le estimule, etc. Pese a ser una técnica en la que a priori la única que parece estar disfrutando es la mujer, para la persona que está debajo también puede llegar a resultar muy placentero. Buceando por internet se encuentran muchos testimonios u opiniones de hombres acerca del facesitting, y de lo reconfortante que les resulta que les domine de esa manera una mujer, sobre todo su chica, su mujer o su novia. No hay tanto feedback por parte de personas que admitan haber realizado esta práctica en relaciones sexuales esporádicas, lo que me hace pensar que, a parte de poder ser una cuestión de confianza, lo que más atrae del facesitting en sí mismo es la sensación de ser dominado por tu pareja. Algo que puedas recordar al día siguiente y sentir un escalofrío por debajo de las piernas... "aquella noche que mi chica me cabalgó la cara y se corrió en mi boca". Algo así.


¿Qué les resulta excitantes a los hombres del facesitting? Investigando un poco, puedo resumirlo en tres ejes: la sensación de sentirse dominado o humillado, las cuestiones relacionadas con el acto en sí mismo (el sabor, olor, textura del sexo de su chica, beber sus flujos, sentir sus movimientos de caderas, escuchar sus gemidos, acceder al ano con la lengua, la idea de verla completamente a ella desde abajo, poder tocar sus pechos...) pero sobre todo, que la mujer se corra en su cara con el máximo placer es lo que les hace sentir muy especiales y deseados, habiendo cumpliendo los deseos de su ama. Doblegarse a la voluntad de su señora y complacerla es su deber y un logro satisfactoriamente cumplido. Bueno... o algo así, yo solo hago una aproximación que puede llegar a ser un poco limitada. 

Que una mujer mande y dé ordenes a un hombre es algo que excita a muchos. Puede que sea porque la posición dominante de la mujer es algo que se ha ido encubriendo a lo largo de la historia; habrá habido muchas mujeres ejerciendo una posición dominante pero el hombre ha preferido dar la impresión de que es él el que domina. Sea como sea, la dominación femenina se ha ido convirtiendo en una especie de fetiche en los últimos años, pero puede que sea algo mucho más natural y cotidiano de lo que pensamos. No soy psicoanalista ni lo pretendo, pero a mi modo de entender, que un hombre disfrute realizando un facesitting y sea capaz de excitarse solo complaciendo los deseos y peticiones de su pareja mujer requiere de un proceso previo de haber derribado muchos complejos e instatisfacciones impuestas por la sociedad patriarcal. Es decir, demuestra una actitud abierta y sana hacia el mero hecho de satisfacer a una mujer y un mayor conocimiento de la sexualidad femenina. Al fin y al cabo, esto del facesitting es un acercamiento muy íntimo a su sexo, a la manera en la que a la mujer le gusta estimularse y sentir su propio orgasmo.

Seguramente muchos discreparéis sobre las razones que hacen que nos guste dominar/ser dominados sexualmente. Yo al fin  y al cabo solo he intentado hacer una aproximación acerca de algo que puede llegar a ser infinito. Por eso escribo este disclaimer final... y ya acabo con los anglicismos por hoy.

¡Nos vemos en el próximo té!

jueves, 7 de junio de 2018

Podría ser cualquiera

Vuelvo sin saber exactamente por qué me fui, y sin saber exactamente por qué vuelvo. El caso es que aquí estoy, de nuevo frente a la página en blanco. Puede que me haga un té.

Creo que ya ha pasado demasiado tiempo desde que empecé a autocuestionarme mi propia existencia. No sé si es debido a los días nublados en junio, pero puede que este tiempo "a destiempo" me esté afectando. Es como un letargo que se va alargando, como el remanso estanco en el que me encuentro. Pero, al igual que esta Primavera intempestiva, puede que ya me esté resultando extraño. 

Días como estos me recuerdan a mis años de estudio en otra ciudad. Allí era extrañamente feliz a mi manera. Sé que no viví los años de universidad de una manera plena, o al menos como lo viven otras personas, pero la sensación de soledad que a veces me angustiaba era también muy liberadora en otras ocasiones. Echo de menos salir de casa hacia plaza España pasando por Mantería, el barullo de gente por las mañanas, la humedad y la luz gris que lo bañaba todo. Caminar rápido entre un montón de gente desconocida sabiendo que nadie iba a interrumpir mis pensamientos, perderme otra vez, descubrir una calle nueva y dar gracias a mi pésimo sentido de la orientación. Entrar en algún pequeño comercio o asomarme a los escaparates... Siempre con una idea subyaciendo en mi subconsciente; aquella frase mítica de la película Rango: "¿Quién soy...? Podría ser cualquiera...". Esa extraña libertad es de la que hablo. 

El viaje entre quién eres y quién quieres ser puede resultar peligroso además de complejo. Por lo delicado del proceso. Y porque para mí "quién eres" y "qué haces" está muy relacionado. Muchas de las cosas que hace años deseaba que me ocurrieran, o deseaba hacer, han tenido lugar de un modo muy diferente al que yo tenía planificado. Algunos anhelos que vagaban por mi mente mientras caminaba por aquella ciudad de días grises y húmedos, de muros de piedra llenos de sol, de calles sombrías con librerías de incógnito, de noches llenas de luces y misterio, van cristalizando ahora. Pero yo necesitaba que hubieran llegado más rápido... que hubieran llegado en aquel momento. Siempre he tenido la sensación de que las cosas en mi vida ocurren solamente cuando el engranaje lo permite, por mucha cuerda que le quiera dar al reloj para que vaya más rápido. Y así estamos ahora, que me siento un poco a destiempo de mis propios deseos.

Supongo que este es el tiempo para gestar los próximos sueños, visualizándolos en las entretelas de la realidad mientras se asoman tímidamente en cualquier rincón, en cualquier objeto, en cualquier calle de mi ciudad natal. Ahí están... esperando. Pero no los puedo cazar ahora. Supongo que habrá que esperar y ver en qué nos convertimos mañana. Y seguir haciéndonos esa pregunta... ¿Quién soy...? Podría ser cualquiera..."

¡Nos vemos en el próximo té!
Tiempo y humedad
Reloj de manecillas e higrómetro, bellamente adornados con ese soporte de forja.
Su emplazamiento solitario siempre me fascinó. Foto en perspectiva desde la
Plaza de la Libertad. Curiosa analogía.