martes, 29 de abril de 2025

Encuentros

Al principio pensé que ya se me había acabado la tarifa de prepago. YouTube se paró y no reiniciaba. Me quedé a mitad del último disco de Leiva que me había animado a escuchar, muchos años después de desconectarme de su carrera en solitario. Estaba en otra ciudad, llegando a la Universidad a impartir algunas clases. Un semáforo que no va, pues vaya, un poco raro. El hall de la facultad a oscuras, corrillos por aquí y por allá, el conserje cruzando el amplio recibidor... Un día como otro cualquiera, pero parcialmente a oscuras.

"Se ha ido la luz" será la frase más repetida en el día de ayer. "¿Y ahora qué?" Será la frase que más se haya pasado por la mente de todos. Mientras, los residentes en la Península Ibérica esperábamos bastante pacientemente a que volviera la electricidad, mezclando conversaciones sobre conspiranoias con política exterior. Todo con humor. Todo con bastante calma. Una hora y media después del apagón, decidimos suspender las clases previstas para la tarde. A las 14:05 h salíamos a ver "dónde se podía comer". 

Un día tan soleado que aparentemente nada hacía sentir que estuviera teniendo lugar una emergencia nacional. Los coches circulaban por las calles alrededor de la facultad con bastante fluidez, permitiendo el paso a peatones, parando en los cruces... Los supermercados estaban cerrados, luces apagadas, y el personal esperando en la puerta "a ver qué hacemos". Nosotras entendimos que no íbamos a poder comprar ni una ensalada Florette para comer. 

Más adelante en la acera, un bar tenía parapetado a la puerta la pizarra con el menú del día. Nos asomamos tímidamente al local, medio a oscuras, y vimos algunos clientes comiendo unas judías verdes con patatas. "Vaya, pues parece que dan de comer". Entramos y el amable hostelero nos dijo que podía darnos menú del día; "Hasta donde llegue el gas". Tenían bombona. Pues comimos bastante bien oyga, caliente y todo. Y unas fresas con nata de postre. Mientras, el personal del bar hacía "el milagro de los panes y los peces", sirviendo raciones cada vez más cortas de baguette. "Hoy estamos así", decían con media sonrisa nerviosa. Pagamos con nuestro dinero en metálico, y ya en la calle, pese al palpable nerviosismo de mi compañera por ver "qué comemos hoy, que ni he ido a comprar" con dos niños y demás, comentó que podíamos dar las gracias, que habíamos comido muy bien y hacía un día estupendo.

No creo que sea un milagro, ni una coincidencia. Las personas responden. La ciudadanía funciona. De vuelta a mi ciudad, coincidí con un matrimonio de Tordesillas con el que compartí una conversación en la dársena, iniciada por mi pregunta de si "los buses llevaban las frecuencias de siempre". Algo que no hubiera ocurrido con móviles. A mi regreso a Zamora a eso de las 17:30 h, ya había vuelto la luz. La gente estaba en las terracitas, tomándose algo tranquilamente. La policía municipal estaba a la puerta del cuartel, brazos en jarras, mirando al tendido... comentando la jugada, imagino. Los semáforos ya estaban en funcionamiento.

Mientras tanto, un amigo que trabaja en Madrid se las veía y deseaba para volver a Zamora en el AVE. Tarea imposible, por supuesto. RENFE les cerró los baños de Chamartín. No llevaba efectivo y no se pudo comprar ni un botellín de agua, todo eso mientras la policía amedrentaba innecesariamente a los viajeros. Nadie les prestó asistencia en esas primeras horas. En términos generales, comentaba que en la estación la mayor parte de personas mantuvieron la calma y muchos se reorganizaron para ayudarse unos a otros a volver a su destino, de una u otra manera. "Pagas tú el taxi y te hago un bizum". Su historia de regreso a casa, de rocambolesca y angustiosa, da para una mini-serie, ya le he dicho. 

Sin saber causas, ni posibles consecuencias de esto, lo único que siento es que vivimos tiempos inciertos. Y ante tal panorama, lo último que podemos hacer es quedarnos solos y seguir siendo unos individualistas pegados al móvil. A la luz de lo vivido ayer, observando cuál ha sido la reacción de las personas ante tal magnitud de incertidumbre en los momentos más críticos, no todo está perdido, pienso

¡Nos vemos en el próximo té!



jueves, 13 de febrero de 2025

Good luck, babe

En los últimos días estoy como muy metida en la música de Chappell Roan. Ha sido un poco crush. Hay un tema que suena en mi cabeza hoy y que me ha hecho recordar una pequeña historia. Ha sido gracioso darme cuenta de hasta qué punto he estado embebida durante los últimos meses en los quehaceres laborales como para que se me haya pasado por alto el relatar por aquí una de las cosas más curiosas que me han sucedido el año pasado

Normalmente, cuando está mercurio retrógrado vuelven a tu memoria, a tu día a día, a tu cotidianeidad, personas, tareas y situaciones que se quedaron pendientes en su momento. Que, por lo que sea, siguen esperando su momento cósmico para resolverse

En su día dediqué por aquí muchos posts (y unas cuantas canciones) a un chico del que me enamoré. Ahora con el tiempo, me siento incluso un poco avergonzada por cómo se desarrolló todo, y el tipo de "historia" que tuvimos (sorpresa, sorpresa, no pasó n.a.d.a.). Quizá todo ocurrió en mi cabeza, (quizá no, porque yo "algo" notaba). El caso es que la sangre llegó tan al río que dejé a mi pareja de aquel entonces por lo que podría pasar con él. Tampoco es que me arrepienta, pero fue una época que recuerdo con un cierto grado de sufrimiento y mucha desorientación. 

Esta persona se fue a trabajar a otra ciudad y podríamos decir que entre nosotros no quedó un atisbo de amistad ni nada parecido; no había demasiada comunicación por su parte. Entendí el asignment: te vas, vale, pues te vas, adiós muy buenas y ya me comeré yo toda la movida mental como buenamente pueda

No me voy a detener mucho en los devenires y detalles; digamos que, en ese medio tiempo, comencé una nueva relación, rehíce mi vida, como se suele decir, y empecé proyectos vitales nuevos que me han ido llevando hasta donde estoy hoy. Y en ese medio tiempo también, de vez en cuando se ha ido colando en mi cabeza su recuerdo, con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor intensidad... Un año después de irse me escribió para decirme que yo era una persona muy especial o algo así... No recuerdo muy bien sus palabras, pero yo ya estaba en otro momento y bueno, no me apetecía remover. Alguna vez me lo encontré por la calle de pasada o me salía en YouTube un vídeo suyo de estos caseros que sube de tanto en cuanto. Ha ido yendo y viniendo, un poco como el Guadiana. Un poco al hilo de mercurio retrógrado.

Unos días antes de la última retrogradación de mercurio del año pasado, volvió de nuevo. Como él no tiene rr.ss., estas cosas suceden de las maneras más inesperadas. ¿Cómo fue esta vez? Me saltó una publicación que alguien compartió en Instagram: un vídeo de él en Pasapalabra. 

Vaya, vaya... Un poco de mini-infarto por aquí, otro poco de estupefacción por allá... ¿Cuántas formas tiene de volver? ¿Se acordará él también de mí? Son algunas de las preguntas que me vienen a la mente de manera automática. Aunque sé que la respuesta da igual y que probablemente todo esto sea cosa mía y de mi percepción de las cosas, me pareció casi poético el hecho de que muchos años después de aquello vuelva a resurgir porque sale durante unos días en la tele nacional en prime time

Y sin más, aquí lo dejo, porque tampoco hay mucho más que rascar. Good luck, babe, no? Y ya está.

¡Nos vemos en el próximo té!


jueves, 9 de enero de 2025

Enero

Enero. Viento. Frío. Se acabaron las Navidades. Mañanas oscuras. Días grises. El suelo mojado. Los pies fríos. Ganas de quedarse en la cama y miles de cosas que hacer. Es un poco el resumen de este mes con el que se comienza cada año gregoriano. Me cuesta, válgame la redundancia.

En otro orden de cosas, sí, hace mucho que no publico por aquí. Va para un año. Los últimos meses me tenían deparadas unas cuantas sorpresas y reveses; algunos agradables, otros no tanto. El caso es que, aunque había ideas y a veces también tiempo para escribir, no he sentido el impulso hasta que me he dado cuenta de algo.

Llevo unas semanas un poco agobiada con esto de terminar un año y empezar otro, probablemente porque me siento un poco a mitad de energía para abordar todos los quehaceres que me depara. Por una parte, me gustaría que esos últimos días del año se alargaran. Son para mí, como las últimas brasas de un fuego, están todavía calientes, humeantes, brillantes, consumiéndose y agotándose plácidamente. Como si se tratara de un dulce sueño, los últimos días del año no te exigen mucho. Ya está todo hecho, ¿no? Más o menos. Y aunque no lo esté, poco tiempo queda para remendar nada que no se haya hecho ya. Como si tu lista de tareas pendientes se desdibujara, diluyéndose y pasando a un muy segundo plano mental. Esa tranquilidad mental que a veces solo es capaz de aportar el olvido de lo urgente. 

Pero el tiempo continúa, no se detiene ni se alarga. Así que aquí estamos, en un nuevo año que ha llegado y sigue avanzando. La pequeña tregua de final de año se ha consumido y hay que seguir echando más leña al fuego, porque si no, se apaga y a ver qué hacemos luego. Seguimos en la rueda, ¿no? En la brecha. En lo que sea. Volvemos a la lista de tareas pendientes y a tirar p'alante, por emplear una jerga al uso.

A lo que voy. El caso es que todo ese "volver" me ha generado un cierto agobio estos días. Incluso una especie de bloqueo, como una parálisis por el frío y oscuridad de estos días. Y entonces me he acordado del blog, y de cómo me ha servido muchas veces como válvula de escape para aligerar la carga mental que se genera con el "sobrepensamiento", si es que esa palabra existe. Y me he acordado de otra cosa; un disco de Ron Sexsmith que me ha salvado muchos eneros sombríos y somnolientos. Así que aquí lo dejo. Desconozco si alguien se pasa por aquí (seguramente no), pero por si le pasa lo mismo que a mí, le invito a una escucha sin expectativas. Sin agendas ni lista de tareas pendientes. A ver si así aligeramos cargas y continuamos el camino.

¡Nos vemos en el próximo té!




domingo, 21 de enero de 2024

Regreso al vinilo

Mi primer vinilo propio fue la versión española del disco Sticky Fingers, de los Rolling Stone. La portada original, junto a una de las canciones del mismo, fue censurada en la edición española y cambiadas por otra. Ese vinilo en concreto voló a España por los dosmildiez en una maleta desde alguna tienda de Candem, en Londres; fue un regalo de mi anterior pareja.

Como en casa nunca hemos tenido reproductor de vinilos, nunca lo escuché. Simplemente lo tenía ahí. Un recuerdo. Incluso podríamos decir, un objeto de coleccionista. Guardado en la estantería, esperando su momento.

El primer contacto que tuve en mi vida con un vinilo fue siendo niña, en la casa del pueblo. Una tarde, aburrida, trasteando por los armarios, rebuscando entre viejos recuerdos familiares guardados en cajas de puros y camisas con hombreras, di con dos o tres especie de libros grandes con tapas de cartón. Los bajé de la estantería alta del armario de la habitación de mi madre y me dispuse a inspeccionarlos. Abrí esos "libros" pero dentro no había páginas, sino más imágenes que yo no terminaba de entender. Uno de ellos tenía la portada con tonos en color rojizo y se leía Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me. Entonces comprendí que, por una de las ranuras del cartón, asomaba un disco grande y negro, que reconocí como un vinilo; los había visto antes en la televisión o en algún sitio que no recordaba. No le di mayor importancia, los llevé de nuevo a su sitio y ahí quedó la cosa.

Años más tarde, siendo más mayor y seguramente también durante otra tarde aburrida en el pueblo, me acordé de aquellos vinilos y fui a ver si seguían en el mismo sitio. Ahí estaban. Esta vez, reconocí el nombre de la banda: "The Cure". Ahh mira, pensé, menudo discazo. Le pregunté a mi madre y, según me contó, compró ese vinilo en su juventud con su primer sueldo. Sin embargo, cuando quiso comprarse un plato, su madre (mi abuela) le dijo que cómo iba a gastarse tanto dinero en eso. Y al final, se rajó y nunca se lo compró. Vamos, que ese vinilo tampoco llegó a ser escuchado.

Curiosa analogía, entre una historia y la otra. Estas Navidades, decidí regalarle un reproductor de vinilos a mi madre y otro a mi pareja (que, aunque melómano, tampoco tenía plato en su casa, pero sí unos cuantos vinilos). Pensé, mira, acabemos con los viejos fantasmas de una vez por todas. 

Y así pude "estrenar" ese vinilo de los Rolling, en una tarde de Diciembre. Fue casi mágico bajar Sticky Fingers de la estantería, sacarlo de su funda, ponerlo en el plato, bajar la aguja y empezar a escuchar las primeras notas del riff de Brown Sugar. Como si de un viaje en el tiempo se tratara. El sonido, es cierto, es diferente al de los CDs y otro tipo de soportes. Es más añejo. También más auténtico, no sabría explicarlo. Todo eso que se dice sobre los vinilos, sobre que el sonido es el ideal para escuchar música, tal y tal, pues tiene algo de verdad. Tiene algo de viaje al pasado. Algo misterioso. ¿Cómo puede la música estar grabada en esa lámina de plástico y ser leída por una aguja de metal?

No me lo pensé mucho. Miré en Amazon, a la búsqueda de algún otro disco que también pudiera poner en el plato. Así es como llegó a mis manos otro clásico como es Exile On Main St. También le regalé a mi pareja y a mi madre algún vinilo más. Y ahí estamos, disfrutando de este formato nuevo para mí, no tanto para el resto del mundo.

¡Nos vemos en el próximo té!



lunes, 15 de enero de 2024

Threads

El otro día me enteré de que se acababa de crear una nueva red social ligada a Instagram. Con el nombre de Threads ("hilos"), esta misteriosa red me causó mucha curiosidad, así que me instalé la app para ver de qué iba la vaina.

Cuando la abrí, descubrí algo parecido a Twitter. Es decir, una serie de mensajes de texto cortos apilados unos sobre otros. Algunos acompañados fotos, otros no. Empecé a indagar y encontré algunas cuentas que ya seguía desde Instagram, pero también me iban apareciendo hilos de otras que no había visitado nunca.

El caso es que su algoritmo funciona bastante bien para conectarte con tus intereses en redes. Es decir, si en tus redes estás actualmente siguiendo por ejemplo, cuentas relacionadas con el interiorismo o la moda, te saldrán hilos relacionados con esas temáticas. Incluso cuentas de personas que no sigues ni conoces. Pero tienes intereses afines con ellas. 

En mi caso, al abrir la aplicación lo primero que me aparecieron fueron mensajes parecidos a lo siguiente: "Somos un podcast especializado en bandas emergentes y estamos buscando ideas. Algoritmo de Threads conéctame con músicos y bandas, instrumentistas, cantantes, compositores, intérpretes y productores musicales." . Y como si hubieran lanzado un hechizo, un montón de personas habían respondido dando like y dejado su comentario para que les tuvieran en cuenta. Cientos de pequeños creadores habían dejado ahí su mensaje para tratar de no pasar desapercibidos en la vorágine de la red.

Y como ese mensaje inicial, pude leer otros tantos muy parecidos emitidos por emisoras de radio, productores, managers, periodistas musicales, curadores de listas de Spotify y demás elementos del engranaje que es, hoy en día, la industria musical, buscando a sus artistas emergentes. Pensé, "Uau, qué pasada esto del algoritmo". Le di a seguir a algunas cuentas que me interesaron y dejé algunos enlaces con mi música.

Días más tarde, trasteando por la app, llegué a un mensaje que me llamó la atención. "Soy un productor/representante/ emisora de radio/podcast/periodista musical buscando artistas emergentes. Déjame tu mensaje y sígueme. No veré tu perfil ni escucharé nunca tu música, pero tu follow me servirá para engrosar mi lista de seguidores". Y bueno, pocas palabras más faltan para explicar cómo, con tan pocos caracteres, ese tipo fue capaz de realizar la crítica más ácida y tristemente cierta de dicha red y de los verdaderos propósitos de unos cuantos/as que por allí pululan. 

Así que pensé, pues claro, esto era demasiado bonito para ser verdad. Es lo de siempre: buscar una aguja en un pajar. Que alguien te encuentre, te escuche y además, le caigas en gracia como para sacarte en un podcast de Albacete, por ejemplo. Ya no digamos una entrevista o un contrato discográfico, ¿no?

Y ayer mismo, volví a entrar y vi un post en el que un usuario había compartido un esquema de cómo es la pirámide del streaming en Spotify. En la base, un grueso de miles de millones de canciones que solo tienen entre 0 y 100 escuchas, hasta llegar a la punta de la pirámide, donde se sitúan el "puñadito" de canciones que cuentan con millones de streams. Lo definían en comentarios como "el océano del streaming". Se abrió debate, sobre que ahora es mucho más fácil hacer música y se sube cualquier mierda a Spotify; otros decían que al no valorarse ya el formato físico, no había un consumo de calidad de la música en streaming y no se valoraba; otros argumentaban que solamente subían para arriba las personas que pagaban a Spotify por publicitarlos.

El caso es que tuve una epifanía: vamos que no estoy sola con esto de ser creadora de música y que no me escuche ni el gato. Que, de hecho, la mayoría estamos ahí, en ese punto. Que unos pocos siguen siendo los afortunados que, por muy diversas razones, son los que acumulan las escuchas. 

¿Es porque no estoy haciendo música de calidad? ¿Es porque, aunque sea de calidad, no conecta con la gente? ¿Es porque en realidad, la gente no me ha encontrado? Me di cuenta de que todos los pequeños músicos y bandas estamos ahí en ese mismo debate. Filosofando sobre calidad de la música, formato físico, originalidad, conexión, emociones, y demás. 

Y es que al final, es la vieja historia de siempre. ¿Qué debemos hacer para que nuestras canciones conecten con el público? ¿Cuál es el secreto del éxito musical? Todas esas preguntas siguen sin tener respuesta, aún después de todos estos últimos años de innovación y streaming. Y es que ahí reside la magia, en esa búsqueda constante de respuestas que nos permite renovarnos, cuestionarnos y desafiarnos a nosotros mismos.

¡Nos vemos en el próximo té!

jueves, 11 de enero de 2024

Año Nuevo

El otro día se me pasó por la cabeza una imagen mental que me pareció curiosa. Era la noche de fin de Año, y cruzaba el río con mi pareja, a través de uno de los puentes de la ciudad que está prácticamente a las afueras. Nos dirigíamos a casa de mis padres para celebrar la Nochevieja. Serían más o menos las ocho de la tarde, por lo que era completamente de noche. El puente era lo único que estaba iluminado por una fría luz blanca de farolas. Al mirar a la izquierda, únicamente se veía a lo lejos el otro puente, separado de nosotros por una larga extensión de agua negra. Al mirar a la derecha, la ciudad acababa y sólo se percibía una oscuridad en el horizonte que parecía no tener fin. Hacía algo de frío, aunque la noche estaba calmada. Había llovido. El final del puente se me antojaba muy lejano, aunque sabía que ya no quedaba mucho para llegar a la otra orilla.

Y entonces pensé en aquello del cambio de un año al siguiente. Cuando un año se acaba y otro comienza. Ese paso intermedio que, ¿por qué lo hacemos todos acompañados, física o espiritualmente? Mucha gente se reúne en Nochevieja. Incluso hacemos todos lo mismo. En España y otros países afines, tomamos las doce uvas; en otros lugares, simplemente hacen una cuenta atrás conjunta. Pero la idea es siempre hacerlo en compañía, en comunión. Como si aquello de pasar de un año a otro fuera como cruzar un puente. Como si ese lapso de tiempo entre el fin de un año y el comienzo del siguiente estuviera sumergido en la nada, en la oscuridad sin fondo, y necesitáramos ir unos con otros de la mano hasta llegar a la orilla. Ese miedo a lo desconocido. Al año Nuevo. 

No sé por qué vino esa imagen a mi mente en ese momento, pero de vez en cuando me acuerdo de ella. Supongo que debe ser porque no sé qué me deparará este nuevo año. Y porque cada vez pienso más en el hecho de que podemos planificar y planificar nuestro año, pero finalmente todas aquellas proyecciones iniciales son eso, proyecciones. Las que llegan a materializarse, lo hacen muchas veces de manera discretamente diferente a como habíamos previsto, muchas veces para mejor (otras no). Otras no tienen lugar. Otras que no preveíamos, suceden. Es lo mágico del asunto, supongo, ir descubriendo día a día lo que nos depara la vida. Sin embargo, creo que lo nuevo, lo desconocido, me produce con los años, cada vez más "desasosiego", por definirlo de alguna manera. Me aferro al año que está a punto de acabarse porque es algo "seguro", y me cuesta un poco soltar las riendas y dejar que lo nuevo se abra paso. Por eso creo que es buena idea que alguien me acompañe en ese camino que es de luces y sombras, de mágicos instantes y de momentos más oscuros, que van conformando los tonos y colores de los que estará hecho el nuevo año, la nueva orilla. Lo que desde aquí es, aún, lo desconocido.

¡Nos vemos en el próximo té!


Mientras escribo esta entrada está sonando...

martes, 26 de diciembre de 2023

Placeres del invierno

Estos días de frío, aprovecho para disfrutar de los pequeños placeres del invierno. Hacerme una infusión o té bien caliente, de esos tés alemanes de calidad inigualable que me descubrió mi tía hace ya muchos años, de sentarme al lado de la chimenea en casa de mis padres, mientras humean las últimas brasas de la leña, de encender velas aromáticas que huelen tan bien como deberían oler los sueños, de tomar después de comer un "capón" (un higo seco que se abre y se rellena con una nuez), de levantar la persiana y disfrutar viendo la niebla y la helada de las primeras horas de la mañana... Ese tipo de historias.

No sé en qué momento empezamos a dar por sentadas ciertas cosas y dejamos de disfrutar de ellas. Trato de tener en mente este pensamiento siempre que puedo. Muchas veces, pequeñas tonterías cotidianas nos nublan la mente. Me refiero a esas frustraciones del día a día con el trabajo, con nuestras relaciones interpersonales, con nosotros mismos, a las que a veces damos una importancia excesiva. Que si esta historia, que no me ha salido bien; que si mira lo que me ha dicho esta; que si hoy no he tenido un día nada productivo; que qué mal porque iba a comprar no se qué y estaba agotado; que si lo que me faltaba, perder el bus ahora... 

Entiendo que toda esta historia está muy manida, la de "disfruta de las pequeñas cosas", etc. Alguno dirá que vaya, que ni que estuviera descubriendo América. Pero estos días de quietud y de frío es cuando más pienso en todas las personas del mundo que están hoy sufriendo, que están pasando por los peores momentos de su vida por la razón que sea, o que no pueden disfrutar de las comodidades que yo tengo.

Aún cuando mi vida no es perfecta, y es probable que a ojos de muchos esté lejos de serlo, siento que no cambiaría nada, que me gustaría dejarlo todo tal y como está, y que se preserve así por mucho tiempo. También pienso que hay muchas cosas que me gustaría mejorar, de mi casa, de mis relaciones, de mí misma... Pero, mientras estemos todo bien y disfrutando plácidamente al calor del hogar en estos últimos días de Diciembre, esperando la llegada del nuevo Año, con una infusión bien aromática de frutos rojos con manzana y canela, todos esos anhelos se disipan y solo pienso lo afortunada que soy por haber vivido todo lo que he vivido, y por estar aquí hoy, presente.

¡Nos vemos en el próximo té!


"Silken midst oustide the window
Frogs and newts slip in the dark
Too much hurry ruins the body
I'll sit easy, fan the spark"