lunes, 4 de abril de 2022

Instantes

Últimamente, cada vez que revisito fotos de los últimos dos años, me da la sensación de que la vida era más bonita, más en color, o que vivía más feliz. ¿O es pura ilusión? 

Parece que teníamos más tiempo para hacer excursiones, visitar ciertos lugares, elegíamos mejores outfits, se nos ocurrían mejores ideas, vivíamos con menos pesares... O simplemente es que hacíamos mejores fotos. O es que necesitaré la perspectiva del próximo año para valorar las de este.

Me gusta mucho sacar fotos. No soy una gran experta; tengo una modesta cámara que compagino con la del móvil para inmortalizar aquellos instantes que me parecen apreciables. Dignos de retratar. Naturaleza, campo, flores en el patio, animales, nosotros con la naturaleza, nosotros en la ciudad, árboles en flor en algún casco antiguo, paisajes, en el pueblo en verano, en el huerto, tocando la guitarra... Y de vez en cuando, por elección propia o por otras circunstancias, me doy una vuelta por fotos pasadas, haciendo retrospectiva inevitable de lo que fueron esos meses. 

Y con esa distancia, la vida me parece maravillosa. Simplemente viendo esas fotos. ¿Me ocurriría eso en el momento en que las saqué? ¿Por qué se nos da tan mal valorar el presente? Me di cuenta cuando encontré una foto, hecha con el móvil, del cielo rosado al atardecer con unas nubes anaranjadas cruzando de arriba a abajo, la luna en medio y pequeñas siluetas negras de unos pájaros que se advierten si uno afina la vista. No recuerdo cuando tomé la foto, ni exactamente dónde, pero me pareció de una belleza simple y abrumadora.

Desde hace unos años me he dado cuenta de que ser feliz es saber disfrutar de esos instantes, por muy trillado que suene. Sin embargo, siempre los acabo viendo con mejores ojos tras el paso del tiempo, como si no hubiera valorado de verdad su magnitud en su momento. Y es entonces al ver las fotos cuando me doy cuenta de su verdadero valor. Y pienso, quizá erróneamente, vaya, el año pasado parecíamos más felices. Aunque quizá sea una ilusión, porque ¿qué hay del ahora?

Y es que, aunque de vez en cuando me suma en la negrura del poco recomendable hábito de comparar mi vida con la de los demás y me enfade al pensar en todo lo que estoy trabajando y los pocos resultados que obtengo en ciertos aspectos, o que me gustaría obtener más reconocimientos, realmente lo tengo claro: busco los instantes. Solo le pido a la vida poder seguir disfrutando de esos instantes que están por venir y saberlos valorar. Porque básicamente, es ese patrimonio inmaterial el que va a poder construir algo en nuestras almas. 

¡Nos vemos en el próximo té!

6 comentarios:

  1. Pareciera una especie de condena poner un manto gris sobre el presente o sobre nosotros, que de alguna manera es lo mismo. Dicen que el patio del vecino siempre parece más verde, y su pareja más guapa y más delgada y más inteligente.
    También creo que lo que dices se debe a que pocas veces retratamos momentos tristes, de ellos no quedan evidencias fotográficas. O quién sabe.
    Te abrazo.

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    1. Puede ser que haya un pequeño sesgo, retratamos aquellas cosas o momentos que nos hace felices. Quizá en esos momentos también había prisas, preocupaciones y demás historias de las que ya no nos acordamos. La magia está en valorar esos instantes bellos aún con nuestros pensamientos diarios de la prisa y los quehaceres. Muchas gracias por leer y comentar!

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  2. La vida que los estamentos de poder han construido, desde hace siglos, para nosotros, es estresante y absorbente: educación escolar impositiva; tradiciones de mierda que si no las celebras eres raro; calendario laboral con el que supeditas más de la mitad de tu vida y un largo motón de mierda, que puede no oler, pero es mierda al fin y al cabo. El que no está en el fondo de un pozo, consigue su engañosa posición de confort basada en tres semanas de vacaciones (qué lujo), pantallas panorámicas de 8K, Netflix y móvil; ah, y un coche. Normal que seamos capullos alienados cuando preferimos el brillo de una pantalla a los espectáculos que nos brinda la naturaleza.

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    1. El estilo de vida que nos han impuesto es, efectivamente, intoxicante. Y cada vez lo es más y estamos más metidos. Cuesta salir, pero hay que hacerlo, porque cuando lo haces es cuando te sientes totalmente vivo.
      Pienso en la cantidad de horas que, por temas de trabajo, no dedicamos a otras cosas que nos gustaría hacer. No hablo de grandes lujos, sino de disfrutar de una tarde soleada en la ciudad, al lado del río o en el campo, en lugar de encerrarnos a trabajar en nuestra oficina, o consulta, como es mi caso. De momento, trataremos de seguirnos quedando con esos instantes del día a día y contar con el fin de semana para salir de la rueda y romper nuestras rutinas. Muchas gracias por leer y comentar!

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  3. Como dice el refrán, cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo creo que simplemente es una idealización. Además, solemos tomar momentos felices o bonitos en las fotos. Y los malos momentos de ese año se van olvidando. En cambio, los malos del presente, los tenemos muy presentes (valga la redundancia).

    Me acabas de dar la idea de tomar fotos de malos momentos, o retratos cuando no tenemos nuestra mejor cara.

    Aunque ho sé si será positivo cuando las mire en el futuro. Puede que sea un: mira, superé ese mal momento y ahora estoy bien. O: ahora estoy mal, pero en el pasadotambien, no cada día es la hostia, jo puede serlo y no pasa nada.

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    1. Sí, está claro que el día a día es un claroscuro más o menos constante y debemos aceptar ambas partes. Aunque a nivel de memoria, solemos quedarnos con lo mejor de cada momento, al igual que hacemos con las fotos, por eso luego con la distancia lo vemos todo mucho más bonito... Esa idealización que comentabas.

      En cuanto a malos momentos, no esos pequeños desaires del día a día, sino esos momentos de verdad difíciles, supongo que el sesgo de memoria no opera de la misma manera. Yo los momentos duros los recuerdo bien, con bastante nitidez. Pero también forman parte de nosotros y de nuestra historia.

      Muchas gracias por leer y comentar!

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