jueves, 9 de octubre de 2025

6 habitantes por kilómetro cuadrado

A mediados de agosto nos fuimos de vacaciones cruzando España de norte a sur. Salimos de noche con la amenaza y el horror de los incendios desatados en mi provincia, pasamos de madrugada por Jarilla, presenciando desde la autovía las implacables lenguas de fuego que devoraban la sierra, y llegamos a la costa de Andalucía al amanecer, como si hubiéramos aterrizado en otro mundo. En otro universo. El mediterráneo estaba en una calma absoluta, acompañado por los surrealistas colores rosáceos y anaranjados del amanecer. Pasé los primeros días hiperconectada al móvil y las noticias, siguiendo la situación que había dejado atrás. Dos semanas después, cuando regresamos tras el descanso estival, nuestra ciudad nos daba la bienvenida con un cielo cubierto de humo y cenizas que se había arrastrado por el viento, atravesando kilómetros de distancia. Una imagen similar a cuando Frodo y Sam se van aproximando cada vez más a Mordor.

Ayer acabé un libro que profundiza en la situación que vivió mi provincia durante los incendios de la Sierra de la Culebra en 2022. No soy muy de leer, (de hecho creo que es el primer libro que leo completo en varios años), pero desde que oí hablar de él, supe que tenía que meterme de lleno en el tema. Palabra tras palabra, el autor va analizando las causas que llevaron a que aquel año se quemaran más de 60.000 Ha en la misma provincia en el lapso de un mes, cobrándose vidas humanas, destruyendo pequeños negocios, cargándose la biodiversidad de la zona... Se habla de despoblación, de cambio climático, de dejadez política, del hastío de los ciudadanos que aquí residen, de los bomberos forestales, de las condiciones lamentables en las que trabajan... 

Lo peor de leer y reflexionar sobre todo ello no es ser consciente de la situación en la que estamos a nivel político y demográfico, a nivel personal y social, sino el hecho de saber que este verano hemos vuelto a vivir una situación igual de infernal en la provincia con los incendios que han quemado buena parte de Sanabria y La Carballeda, extendiéndose a León. Después de esos incendios de 2022 se habló, se analizó, se prometió... Se "hicieron" tantas cosas que al final, tres años después, la tragedia se ha repetido. Todo esto es... ¿cómo decirlo? ¿desolador? ¿desesperanzador? Te abre un agujero en el estómago que no sabes hasta dónde llega.

Es cierto que mi generación y la anterior nos hemos criado con ese lema de "estudia y marcha, que aquí no hay nada". Cuando comenzábamos a decidir qué íbamos a hacer una vez acabáramos la ESO o el bachiller, mis compañeros solían repetir ese mantra. Que si tal carrera o tal otra no tiene salidas. Que si en Madrid, que si en Reino Unido, que si acá o allá. Nunca aquí. Años después, una vez comencé a trabajar y ejercer mi profesión en mi ciudad, algunas personas reaccionaron con desilusión al saber que "no había salido fuera" y me había quedado aquí. Como si fuera algo poco digno o de personas que se esfuerzan poco. 

El mes pasado estuvimos en la boda de una amiga mía en Galicia, y parte de su familia es de mi barrio. Uno de ellos me decía "sois la resistencia, los que os quedáis sois la hostia". Y acto seguido presumía de su sueldo en la ciudad en la que residía actualmente y nos invitaba a emigrar. No sé qué clase de solución habrá a la despoblación, dadas las circunstancias a las que hemos llegado, pero la perspectiva vital que nos han inculcado, las ambiciones personales y las concepciones sociales sobre "hacer esto o lo otro" con tu vida creo que son determinantes. Faltan oportunidades, sí, pero también han faltado otras muchas cosas.

Ahora parece que hay una corriente sobre "volver", dar valor al medio rural y tal... No sé. Ojalá. Enmarcado en el paradigma de los conflictos de política exterior, lo aquí pase a los 5 ó 6 habitantes por kilómetro cuadrado que hay en estas zonas, poco importa. Mientras, los que aquí quedamos, luchamos contra las vicisitudes del día a día, con los sueldos justos y las pocas oportunidades de las ciudades pequeñas, con el miedo en el cuerpo de que el horror de los incendios se desate de nuevo en tu pueblo, con la incertidumbre de no saber qué te tocará vivir...

Digamos, de aquí a 20 años, ¿Cómo será mi pueblo? ¿Cómo será mi ciudad? ¿Quién se quedará? ¿Quién se ilusionará con esta tierra? ¿Quién luchará? De momento, esos 6 habitantes por kilómetro cuadrado que figuran en la estadística comparten la sensación de resignación y la aceptación de una realidad que se les lleva años echando encima. Hay quien se acomoda porque, a decir verdad, probablemente ya haya librado suficientes batallas, y quien aún resiste y trata de vencer al gigante de la despoblación a base de pasión por la tierra.

¡Nos vemos en el próximo té!