miércoles, 21 de diciembre de 2016

Navidad y perspectiva



Desde pequeña, siempre me ha entusiasmado la Navidad y todo lo que trae consigo: los adornos, la calidez del hogar, la familia, jugar a juegos de mesa mientras fuera hace un frío que pela, escuchar y cantar villancicos, el olor a canela y clavo, esa magia que te mueve a intentar cosas que en otros momentos del año no hubieras considerado... sin contar el significado religioso que tiene, que para cada uno podrá tomar mayor o menor profundidad. Siempre espero estas fechas con mucha ilusión mientras preparo la casa, monto la corona de Adviento y hago tarjetas navideñas con cartulinas de colores mientras canturreo el disco de Navidad de Bing Crosby o de Frank Sinatra que está sonando en algún lugar de la casa.


Pero esas cosas son frugales (pese a que ayuden a meterse en harina), por lo que cada año que pasa intento darle un significado un poco más profundo a la Navidad y lo que representa. Para mí, es la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo, de acabar con lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo, de empezar de cero y darnos a nosotros mismos la oportunidad de hacer las cosas un poco mejor, y también dar nuevas oportunidades a los demás para que hagan lo propio. El ciclo estacional nos ofrece, con el comienzo del invierno, la ocasión para el recogimiento y la reflexión, tal como hace la Naturaleza palpitante bajo la escarcha, sin olvidarse de que hay esperanza en cada momento de oscuridad, como ocurre con el solsticio de invierno y la llegada de la luz. Es el momento de la reflexión, de sintetizar, de renovarse a sí mismo y de perdonar a los demás, de relativizar lo vivido para enfrentarse a lo que va a venir con energías renovadas. 


Reconozco que son épocas muy complicadas, sobre todo a medida que vas cumpliendo años. El hastío de encontrarte con ciertos familiares se apodera de ti y te preguntas "¿qué he hecho yo para merecer esto?", y te prometes a ti mismo que para el año que viene estarás en las Maldivas disfrutando las navidades lejos de todos los parientes cansinos... eso si te toca la lotería el día 22. O bien notas que van faltando personas importantes, y su recuerdo es mucho más fuerte que todo lo que te pueda aportar el presente, sobre todo cuando os sentáis alrededor de la mesa y recuerdas las navidades con aquella/s persona/s que ya no están. 

La Navidad es un arma de doble filo, y yo me doy cuenta de ello cuando escribir postales a familiares y amigos es cada vez un poco más difícil: parece que no tienes nada nuevo que aportar y no quieres caer en el típico "que paséis buenas fiestas y tengáis un próspero año", porque sabes que eso no le va a servir de nada a nadie, sobre todo cuando la vida os ha ido poniendo a prueba a través de pérdidas de seres queridos y otros tragos amargos. 

Debemos recordarnos a nosotros mismos por qué hacemos lo que hacemos, ya que sino estamos en pleno riesgo de ver la Navidad como un sinsentido y un paripé. Concedámonos una tregua para poder sumergirnos poco a poco en el ambiente que se respira y acabar encontrando esta oportunidad que la estación nos brinda: la entrada de la luz, de la esperanza, de la fe y del perdón.

¡Nos vemos en el próximo té!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame tú ;)