miércoles, 23 de octubre de 2019

Deconstruyendo la infidelidad

Infidelidades hay muchas, y de muchos tipos y orígenes: infidelidad a uno mismo, a la pareja, a nuestro banco de confianza, a nuestra propia conciencia... Pero hoy hablaré de la "infidelidad" por antonomasia: la que ocurre en una relación amorosa. Comencemos definiendo un poco los términos:

infidelidad
   nombre femenino
 Falta de fidelidad que alguien manifiesta a algo o alguien

infidelidad amorosa
   nombre femenino
Cuando en una relación amorosa, uno de los dos involucrados quebranta el compromiso de exclusividad de la pareja establecido, al mantener una relación con una persona externa a la pareja, de forma ocasional o continua

Por tanto, entendemos como infidelidad una relación externa que se da en una pareja que no mantiene una relación abierta ni poligámica, sino de exclusividad. También hay que tener en cuenta que existen varios tipos de infidelidad amorosa, no solamente sexual, sino también afectiva (sentimientos por otra persona, sin realizar ningún tipo de acto sexual), puede darse a través de internet o de manera física, puede ser directa (planificada o deliberada) o indirecta (no había una intencionalidad previa, surge "sin esperarlo"), o incluso puede ser "de aprobación", para provocar la ruptura de una relación que la persona considera que ya no tiene futuro. Tras un vistazo rápido por internet, puedo leer múltiples motivos de infidelidad
Insatisfacción sexual, aburrimiento, necesidad de experimentar nuevas emociones, narcisismo, venganza, desenamoramiento, habilidad de conquista del tercero/a involucrado/a insatisfacción emocional, problemas de comunicación con la pareja, necesidad de amor, crisis, abandono emocional, adicción al sexo, etc.
Siempre he deducido que la persona que es infiel a su pareja, lo es por una necesidad; es decir, hay algo que falta, algo que no encuentra y necesita ser buscado fuera. Porque no es infiel quien está a gusto y satisfecho con su relación... ¿O quizá sí? ¿Es posible que haya personas que tengan una relación extraoficial pese a estar satisfechas con su pareja? 

Me aventuro a decir que sí, por ejemplo, aquellas insatisfechas consigo mismas o con problemas emocionales o de autoestima: no encuentran en su pareja actual lo que les satisface, pero tampoco lo encontrarán en su relación extraoficial, ya que el vacío se encuentra "dentro" de la persona. Puede que todos en algún momento de la vida nos hayamos sentido atraídos por otra persona que no es nuestra pareja, y eso nos haya hecho plantearnos ciertas preguntas. Dentro de nuestra relación aparentemente sana, ¿algo va mal?¿nos ha dejado de gustar nuestra pareja? O puede que nos ha apetecido dejarnos llevar por la novedad y la adrenalina que implica la seducción. A veces la respuesta a estas preguntas se salda cometiendo la infidelidad en sí misma, que plantea otra serie de cuestiones y problemática, incluso a nivel social.

A nivel psicológico, la infidelidad causa a la persona que la sufre un torrente de pensamientos irracionales: tristeza, ira, baja autoestima ("no sirvo para nada", "nadie me necesita", "he fracasado como pareja", etc). Da lugar a un pensamiento polar de todo-o-nada, a través del cual se comienza a ver a la pareja como a un completo desconocido/a, omitiendo los recuerdos agradables sobre la otra persona. Se altera la percepción de la otra persona y podría constituir un sesgo a la hora de reinterpretar la relación amorosa de forma holística. Pero claro, ¿es posible evitar totalmente estos pensamientos irracionales e intentar racionalizar la situación? A mi me parece que, de entrada, es mucho pedir. Se necesitaría de una educación emocional bastante avanzada.

911 Emergency...? Hello! I just killed my boyfriend (Vídeo-clip Paparazzi, Lady Gaga)

Según el psicoanálisis, la infidelidad podría ser un acto compensatorio ante la insatisfacción sexual o el desencanto en la relación, o bien una búsqueda ilusioria de libertad para evitar un vínculo afectivo profundo, o bien constituye una reacción provocada por temor a la responsabilidad que causa una relación. Sería una especie de vía de escape más o menos inconsciente.

No siempre la infidelidad causa la ruptura; muchas veces las personas valoran si les compensa más continuar su vida tal cual es, apartando la vista, para no perjudicar su estatus social, económico o familiar. Pero supongo que se crea una mella o fractura en la confianza muy difícil de ignorar. Otras parejas optan por realizar una terapia conjunta para superar ese bache: la persona "engañada" debe estar dispuesta a aprender poco a poco a confiar de nuevo en su pareja, y la persona que cometió la infidelidad debe tener mucha paciencia para que la confianza se restaure. En internet, hay numerosos artículos sobre cómo superar una infidelidad, por lo que deduzco que existe una actitud positiva ante esta situación, y algunas personas sostienen que una infidelidad puede fortalecer o salvar una relación.

Nada aclara mejor que el ejemplo, así que después de leer ciertos testimonios de personas que fueron infieles, concluyo que cada infidelidad tiene sus matices, sus razones y unas consecuencias definidas y propias, y cada individuo que vive esta experiencia lo hace de una manera diferente.

Sea como sea, todo esto me plantea numerosos interrogantes...

¿Se puede considerar infidelidad al flirteo o apego emocional a otra persona? ¿Puede la infidelidad llegar a estar estar justificada? ¿Podría constituir un elemento curativo o sanatorio, en ciertas situaciones? ¿Se puede perdonar una infidelidad? ¿Y olvidarla? ¿Podemos todos ser susceptibles de engañar a nuestras parejas? Las personas que necesitan ser infieles, ¿lo son por naturaleza o tiene que ver con problemas emocionales o patologías psicológicas? ¿Es el ser humano infiel por naturaleza? ¿Quien es infiel lo es necesariamente más veces? ¿Puede una infidelidad cambiarte la vida? Si eres víctima de una infidelidad, ¿justifica que tú también lo seas en el futuro?...

Si alguno de vosotros quiere contestar a alguna de estas preguntas, será bienvenido.

¡Nos vemos en el próximo té!


sábado, 19 de octubre de 2019

Hallowe'en

La festividad de Halloween es más cercana a nosotros, los españoles, de lo que nos parece. En estos días previos al 31 de Octubre leeremos y oiremos a muchos diciendo que menuda estupidez de fiesta, que si copiamos a los estadounidenses en todo, que hay que celebrar nuestras tradiciones y no las suyas, etc.

Bien es cierto que Halloween puede llegar a ser, tanto en España como en otros países, una apología al consumismo. Pero no muy diferente de la que vivimos en Navidad, fiesta "muy española", vaya. Al final, las caretas y disfraces, los dulces y envoltorios de plástico, y toda la parafernalia decorativa tiene un alto riesgo de acabar ocupando la basura del día siguiente, siempre y cuando no seamos mínimamente ahorradores y lo conservemos y guardemos para el año que viene. Pero yo voy más allá de la superficialidad que inevitablemente recubre cada fiesta. Me paro a pensar en que seguramente la esencia de la fiesta nos toque de cerca, más allá de nacionalidades, simplemente como seres humanos

Para empezar, su nombre. Se cree que la palabra proviene de una expresión inglesa (All hallow-even) que los escoceses acabarían apocopando como Hallow-e'en. Los ingleses denominaban a la víspera del día de Todos los Santos (31 de Octubre) como All Hallow's Even o All Hallow's Eve, ya que hallow es una forma inglesa, ya en desuso, para referirse a "los santos", y Eve, por su parte, se refiere a la "víspera" o "vigilia" de las fiestas litúrgicas del cristianismo. Posteriormente, los pueblos irlandeses y escoceses llevarían esta tradición a Estados Unidos.

También se barajan otros orígenes del nombre y de la festividad, uno de ellos curiosamente relacionado con la Península Ibérica: la Santa Compaña gallega y la procesión que los muertos realizan esa noche del año, mitos heredados de los pueblos antiguos del Norte de Europa. Los Celtas también reivindican su origen, ya que antiguamente celebraban una fiesta llamada Samhain o fin del verano en irlandés antiguo, relacionada con la temporada de cosechas. Creían que la línea que une este mundo y el otro se estrechaba en esta fecha, permitiendo pasar a los espíritus, por lo que utilizaban máscaras para ahuyentar a aquellos espíritus malignos. En Asturias se llegó a realizar en esa noche el "banquete de difuntos", en el que se llevaba la comida a la tumba de los antepasados y se comía con ellos (similar a lo que ocurre en México), además de vaciar calabazas. Y no solamente en el norte de la Península, también en Castilla la vieja se decoraban los hogares con calabazas en esta época y los niños salían disfrazados con ropas viejas y pintados con ceniza a pedir comida por las casas; en Soria se celebraba el Ritual de las Ánimas; en pueblos de Madrid se tocaban las campanas durante la noche del 31 de Octubre... Y así podemos seguir, recogiendo testimonio de unas cuantas tradiciones no totalmente cristianas que se realizaban en España en esa noche. 

Santa Compaña, meigas gallegas, asturianos vaciando calabazas, niños disfrazados en Castilla la vieja, Ánimas en Soria... ¿No es algo que nos cae muy MUY cerca?
Halloween, tal y como lo conocemos actualmente, no es más que una reminiscencia de todas estas festividades y celebraciones, pasada por el filtro del capitalismo y del consumo. Pero hay ciertas celebraciones que trascienden lo superficial, con un arraigo importante en nuestra conciencia colectiva como seres humanos, que aparecen en nuestro pulso vital con el paso de las estaciones. La del 31 de Octubre no es la noche más oscura del año, pero tradicionalmente se ha considerado como la noche en que lo mágico y lo mundano, lo terrenal y lo espiritual, están más cerca que nunca, por ello también se considera la noche idónea para la brujería y los ritos.


Astrológicamente, la noche de Halloween se considera la fiesta del renacer personal: preparar el cuerpo y el espíritu para dejar ir lo que "ya ha muerto" (simbólicamente) y abrirse a ideas y proyectos nuevos, a "nueva vida". Se trataría, por tanto, de una transmutación. No es casualidad, ya que Halloween transcurre dentro del período en que el sol transita el signo de Escorpio, relacionado con el más allá, lo misterioso, la transmutación de energía y materia, la adivinación, etc. Así pues, la época en la que el sol está en este signo se considera la más adecuada para rendir culto a los difuntos y antepasados. Y en general, estás prácticas en torno a la noche del 31 son comunes a muchos pueblos de diferentes regiones del planeta.

Podemos decidir sentirnos más o menos ajenos a esta fiesta, a su celebración consumista, pagana o profana, pero durante esos días, una energía diferente se respira en el ambiente. La noche del 31, como el Carnaval previo a la Cuaresma, es una noche de fiesta, de espantar a los malos espíritus con ritos, de encender luces dentro de calabazas o de ocultarse tras disfraces y caretas, de dar gracias por los frutos conseguidos durante este año ("cosecha" simbólica), y dar paso los siguientes días, de santos y difuntos, y rendir culto a los antepasados. Podemos escapar más o menos de nuestra conciencia colectiva como raza humana, pero con el paso de las estaciones, todo ese pulso vital de generaciones y antepasados, de ritos milenarios, hace acto de presencia y finalmente nos invita a aceptar los cambios.

Como siempre, es nuestra decisión resistirnos o adaptarnos.

¡Nos vemos en el próximo té!

lunes, 14 de octubre de 2019

Mermelada de escaramujo

Mi abuela solía hacer mermelada de escaramujo.

El escaramujo es el fruto de un arbusto del rosal silvestre. Es una baya de color rojo intenso, que cuando madura está ligeramente "blandita". Por dentro tiene unas semillas ásperas y duras, recubiertas de pelos que son desagradables al tacto en la lengua (son muy astringentes). Sin embargo, dentro del fruto maduro también hay una especie de pasta de sabor dulce y ácido a la vez, que se obtiene si aprietas con delicadeza la baya. Como cuando aprietas el tubo de la pasta de dientes. Se considera medicinal, por su contenido en vitamina C y otros antioxidantes. 

Bayas de escaramujo
El sabor es como otros frutos rojos silvestres, bastante intenso, ácido y dulce a la vez, también aromático. En parte se parece al sabor ácido del tomate, pero por otra parte no. Recuerdo que íbamos a recoger los escaramujos en este tiempo. A veces venía mi abuela también, otras veces solamente mis padres y yo, y llenábamos varias bolsas.

Los frutos apenas son de 1 x 2 cm (los más grandes), y lo más difícil es exprimir esa especie de pasta que contiene la baya sin sacar los titos ásperos. Hay que apretar con cuidado. De cada escaramujo apenas se obtiene un hilito de esa pasta dulce. ¿Cuántos kilos de bayas se necesitarán para hacer apenas un tarro de esa mermelada? No tengo ni idea, pero me aventuro a decir que al menos un par de ellos.

Recuerdo la paciencia con la que mi abuela extraía el jugo del escaramujo, baya a baya, en las tardes de otoño. Una infinita paciencia y cuidado para extraer lo mejor de algo que, desde luego, te lo pone muy complicado, tanto en calidad como en abundancia. 

Supongo que de eso trata también la vida, de ir aprovechando todo lo que te ofrece. Mi abuela también hacía otro tipo de mermeledas, más "agradecidas", más fáciles. Pero también le gustaban estos retos. Le gustaba porque para ella significaba extraer todos los valiosos nutrientes de la baya de escaramujo en un tarro de mermelada, para que endulzáramos nuestras mañanas y a la vez aprovecháramos todos sus beneficios. 

Mucho más sencillo es hacer los escaramujos en infusión, pero sabe más amargo que una mermelada.


¡Nos vemos en el próximo té!