lunes, 21 de noviembre de 2016

Por qué comenzar a escribir

Siempre he sido nula para el amor. O más bien el amor entendido como el juego amoroso, o la conquista. Soy más del me gustas - te gusto - fin del problema. Suelo ser perseverante, pero en cuanto a temas que involucren sentimientos fuertes, la perseverancia se diluye y la impaciencia da lugar a la frustración, la frustración da paso a la desesperación, y la desesperación da paso a... hacer cosas poco inteligentes. 


Siempre me ha costado mucho relacionarme con los demás, supongo que por mi miedo patológico al rechazo y a mi inseguridad social, o sea, mi miedo a enfrentarme a lo que los demás puedan pensar de mi. Estas carencias que me acompañan desde mi adolescencia me han llevado a un punto un poco insostenible: aquel en el que te das cuenta de que no te conoces el 100%, que has empezado a vivir una vida que no te convence... el momento en que te replanteas muchas cosas. Me di cuenta cuando, después de estar casi ocho años saliendo con mi novio, él comenzó a plantearme ciertas cosas de cara al futuro (piso juntos, trabajo, niños y todo aquello que pertenece a lo que a mí me sigue pareciendo el mundo de los adultos), y sinceramente, me acojoné. Es cierto, me entró miedo y me angustiaba muchísimo, hasta el punto de no poder dormir algunas noches, en vela hasta las dos o las tres de la mañana. Además, comencé a agobiarme con el hecho de cumplir años y de hacerme mayor, de verme arruguillas y canas, y entré en lo que suelen definir como una crisis.

Lo pasé mal, desempolvé recuerdos dolorosos, intenté retomar viejas amistades, me pregunté qué me había llevado a esa situación y me pregunté si las decisiones que había tomado en mi vida habían sido las adecuadas. Y en medio de todo esto, conocí a otro chico y las cosas se volvieron más complicadas... todavía. Cuando le conocí tuve esa sensación rara cuando te encuentras con una persona que sabes que va a afectar tu vida, de una manera o de otra. Pensé que se me pasaría, pero no fue así. 

La situación dentro de mi cabeza se volvió insostenible. Cada vez pensaba más en el otro chico y había muy poco espacio en mi cabeza para mi novio, lo que me hacía sentir culpable, mala persona, deshonesta, desconsiderada, egoísta... y un largo etcétera. Noches sin dormir, pensando qué hacer, llorando, sintiéndome desgraciada... Decidí actuar, porque no estaba dispuesta a seguir engañándome a mí misma y "engañando" también a mi novio. Le conté lo que me pasaba... creo que es el día que más he llorado de toda mi vida, aunque su reacción no fue dramática, pero hacer oficial todo lo que estaba pasando dentro de mi cabeza hizo sentir todavía peor. 

Y después de eso, viene el sentirse la peor persona del mundo, la culpa que se encarga de quitarte las ganas de comer (y de paso también las de dormir). Llega el agobio de la respuesta inmediata, la urgencia de encontrar el camino adecuado, la angustia que te ata a la oscuridad y te invita a quedarte en casa... Pero de repente algo cambia. No sé muy bien qué lleva a ese momento de lucidez, a esa epifanía. Dejas de ver todo en blanco y negro, y empiezas a ver (un poco) en color. Y me di cuenta de que si quiero encontrar una respuesta acertada, debo empezar por perdonarme a mí misma


Nos vemos en el próximo té! ;)

4 comentarios:

  1. Vaya, Chica del Té, esta historia de culpabilidad me suena, no sé porque nos martirizamos tanto con nuestros actos cuando lo único que intentamos es ser felices, curar la insatisfacción que a veces nos crea esas falsas expectativas alimentadas en la infancia. No hiciste nada malo, al revés, conocer a ese otro chico te ayudó a hacer un "click", a replantearte las cosas, a querer ser mejor y eso es fantástico, porque lo único que tengo claro es que estamos aquí para aprender, crecer y buscar aquello que realmente nos llena y nos aporta. Tu novio (no sé si ex novio), sobrevivirá contigo y sin ti, el tiene su propio camino, las cosas pasan y de nuestra reacción depende que salgamos aún más fuertes, poderosos y capaces de comernos el mundo. Lo sé, ya ves en color.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario Rebeca :) Tienes mucha razón.
      Este es un proceso muy difícil en todos los sentidos porque se ven involucrados muchos sentimientos, muchas veces contrarios, sabiendo además que no sólo se ven involucrados los míos, sino también los de la otra persona. Y aunque sé que 'hay que pensar en uno mismo' cuando pasan estas cosas, es una tarea muy complicada.
      Lo indudablemente positivo de esto es que estoy aprendiendo muchísimo de mí (también de los demás), y momentos de iluminación como estos, merecen mucho la pena.
      Gracias de nuevo por tus palabras¡¡

      Eliminar
  2. Efectivamente "somos nuestro peor enemigo". Nos boicoteamos, nos atacamos, nos martirizamos, y mil cosas más antes de hacer lo sencillo: "descubrir quien somos y que nos hace felices".
    ¡Vamos Chica del Té! Después de poner patas arriba toda tu vida, ya sólo queda ordenarla de la manera que más te guste...¡Adelante!
    Saludos.
    Ángela

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Ángela!! Muchas gracias por tu comentario!
      Efectivamente, coincido contigo. Lo que más me motivó a dar el paso fue, además de encontrar un poco de paz mental, saber que después de eso todo iba a ser construir de nuevo, una idea bastante liberadora... aunque el camino es igualmente difícil.
      Acabo de entrar en tu blog... vaya chulada!! Lo iré descubriendo poquito a poco.
      Un saludo!
      :)

      Eliminar

Cuéntame tú ;)