lunes, 13 de abril de 2020

Pasa marzo

Pasa marzo y pasan muchas cosas. Y yo sin pasarme por aquí. Si la rutina habitual hubiera continuado como hasta ahora, incluso habría tenido más tiempo material y mental para escribir unas palabras.

Pasa marzo y pasa la Semana Santa, y pasa la cuota de autónomos, y pasan las oportunidades de unas cuantas cosas... Pasa todo de manera tan extraña que a veces siento que vivo en uno de mis sueños recurrentes. Dos cuervos solitarios en el puente, asomándose al río, gatos merodeando a sus anchas por la urbe, avenidas con apenas dos o tres coches, y las calles desiertas, vacías, silenciosas en un Martes Santo en las que debieran haber estado abarrotadas, y yo vestida con estameña blanca y morada... Pero no fue así: todo pasó de manera silenciosa, en la calidez de los hogares, con alguna que otra estupidez humana asomando a ciertos balcones. Aunque si cierro la ventana, pasa sin pena ni gloria. Así de frugal es todo, incluida nuestra estupidez.

El silencio era tan ensordecedor que daba vértigo. Así pasaba todo entre los edificios altos, algún balcón abierto que dejaba entrever el pulso vital de alguna intimidad, las antiguas paredes de piedra a las que el sol arrancaba colores que invitaban al jolgorio... y el viento como único testigo. Si acaso algún pájaro y algún gato. Y a lo lejos, alguien que pasea a un perro. 


Y eso fue todo. La ciudad estaba preparada y deseosa de acoger emociones, historias para recordar, devoción y pecado a partes iguales, la altivez de algunos y la humildad de otros... Y se quedó con las ganas. Esa tarde de Martes Santo me lo soltó de golpe, me lo gritó silenciosamente y me di cuenta de que una ciudad no es solo lo que se hace de ella: le imprimimos nuestros hábitos de tal manera que ella también "es", y no deja de ser aunque no salgamos a verla. Sigue siendo y espera pacientemente a que volvamos a vivir y contar nuestras historias.

¡Nos vemos en el próximo té!

2 comentarios:

  1. Cuando viajo me gusta empaparme de calle. Si hay monumentos que me gustan los fotografío, no lo hago sólo por ser famosos, porque jamás fotografiaría el Guggenheim de Bilbao donde he estado cien veces. Si alguien toca el violín no le echo unas monedas, me quedo a escucharlo (vale, y luego le echo unas monedas o un billete si me toca Sarasate o las Czardas de Monti).

    Me gusta la vida de la ciudad porque es real, por eso no me gustan las visitas guiadas, los museos en general, los souvenir y los bares típicos para la foto. Las ciudades tienen vida, a veces tienen demasiada vida, aluviones de turistas que no dejan contemplarla. Recuerdo alguna escapada que hice a Santiago en algún plenilunio, en alguna noche de invierno con las calles mojadas. Quizá esa belleza de la falta de gente es la que más me impacta. Pero me gusta la vida constante también de Barcelona o de Praga (sólo unos pocos días, eso sí, me puede llegar a saturar).

    El problema de la belleza no es que exista o no, porque es muy subjetiva; la cuestión es saberla buscar y gozar de esa sensibilidad.

    ¿Me he ido del tema? jajaja. Un beso a ver qué encuentras en él.

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    1. Hola! No, para nada, no creo que te hayas ido del tema. Simplemente es otra versión de lo que yo comentaba.

      A mi tampoco me han gustado nunca las visitas guiadas por lo que tú comentas. Cuando vas de viaje a una ciudad, debes ir sin esperar nada concreto, dejar que el lugar te sorprenda, ir descubriendo por ti mismo todo lo que ese lugar tiene que ofrecerte.

      Con respecto a esta entrada en concreto, no me refería a un viaje, sino a un paseo por mi ciudad natal y en la que resido. Es un pensamiento o una sensación fugaz que tuve en una salida que realicé durante estos días pasados, y la síntesis de lo que me produjo ver que, en un día tan ajetreado como hubiera sido ese, todo estaba desierto y vacío. Estamos viviendo algo surrealista, pero no estamos el 100% del tiempo siendo conscientes de ello. Hay momentos en los que la realidad te da en las narices y tomas consciencia de nuevo de la situación; eso fue lo que me pasó y por eso decidí relatarlo.

      Por otra parte, la Semana Santa en mi ciudad es un momento de mucho jaleo, de muchas vivencias (siendo o no religioso o semanasantero, es un momento de encuentros y reencuentros para todos, en mayor o menor medida), y vernos privados de todas esas "emociones" que se viven esos días, me pareció tan surrealista que me dio la sensación de que incluso la misma "ciudad" (aperentemente inerte) así lo sentía también.

      Muchas gracias por leer y comentar! Me paso por tu blog, lo he descubierto recientemente.

      Nos leemos!

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